miércoles, 31 de diciembre de 2008
Querencias
Comienzos

lunes, 29 de diciembre de 2008
Allegro giusto
Hace ya varios días que estoy en mi propio recuento de poemas. La métrica sigue y sigue pero la rima es cada vez más disonante. Tengo que organizar las palabras mientras las letras adoptan formaciones desconocidas que estimulan los sentidos y me pierden en el camino. Dejarse llevar sería más sabio aunque más peligroso, terrible dilema. A lo lejos, los ladridos anuncian una bicicleta que pasa.
Montones de viandas, arrumacos y besos, han sido asimilados durante estos días y forman hoy, parte de mi cuerpo. Pletórica de cariño y sabores, me enfilo hacia esta segunda parte de la vacación en la que el recogimiento y la introspección llevarán la voz cantante, o al menos, ese es mi deseo. Voy a perderme en los libros, ese es un aviso. Quisiera lograr resolver mi trivia personal de vida y arrancar desde otro lugar interno al primer minuto del año que, casi casi, nos cae ya encima. Muchas caras pasan aún por mi cabeza a sabiendas de que no las he olvidado, nomás me las reservo para un poco más adelante. La fórmula secreta está por revelarse. Mientras tanto, he dejado el corazón en una banca en la que, si quieren, pueden ir a buscarlo. Por hoy, los ecos del barroco me abrazan y me recuerdan que aún queda mucho por hacer.
Acuarela de mujeres

Conozco a una mujer que cocina un día sí y un día no. En la cabeza lleva puesto un reloj, que no es sino un calendario que sirve para contar los días y saber en cuál de ellos debe cocinar. Es lo que pasa con esta vida actual, se pierden los puntos cardinales y hay que dejarle la responsabilidad a la tecnología, esperando que el día en que se vaya la "luz", como le dicen, nos lleven la tostada, la oscuridad y la modernidad, todas juntas. Esta mujer se sienta al calor de las ollas mientras pasan los minutos y asa papel luego de que el agua frita espera sobre un platón, llenando la casa con aromas de la infancia.
Hay otra mujer que mientras tanto, en el comedor, huye del "ex" que la persigue. Ella le ha repetido hasta el cansancio que no quiere verle, él debe ser sordo y continúa persiguiéndola. Ella se cambia de comedor, repetidas veces, para perderle la pista pero él insiste, o es muy terco o muy bruto, o probablemente tenga algo de las dos. La he invitado a mi sala, a ver si así funciona y se deshace de él de una vez por todas, pero prefirió tomar un vuelo con destino al ocaso y desde entonces no he sabido de ella, tampoco de él.
Una mujer borboletea como revoltosa. O aletea como mariposa para que me entiendan. A su lado, otra mujer languidece bajo las sabanas de África sin decir ni mú aunque de vez en cuando, desenrosca su larga lengua pegajosa y caza una mosca en un "tris trás". El amor no dura para siempre y los chocolates se han terminado, menuda indigestión. Suena el tic-tac y sé que es el cocodrilo que anda buscando al capitán, es hora de cenar. Una tercera mujer deshace su trenza y sopea las puntas del cabello en un chocolate espeso, tiene cara de concupiscencia invertida y eso no sé qué signifique pero suena impresionante. Con sus ojos de ébano, deja marcas en mi piel que me recuerdan que la leche estaba en la estufa, ahora me parece que huele a quemado.
domingo, 28 de diciembre de 2008
Cada quien sus vicios
El otro día charlaba con un amigo querido que lleva varios años fuera del país y que estaba feliz por haber vuelto de visita, pero a la vez, reconocía que al estar lejos, esos defectos cotidianos mexicanos se le hacían mucho más patentes, mucho más visibles y por ende, insoportables. Esto de conducirse cotidianamente con la frase que me parece abominable de "el que no tranza, no avanza", no nos hace nada bien sino al contrario, pareciera que nos asoma a una ventana en la que el chingar al prójimo pareciera ser la única manera de vivir. Y perdón pero no estoy de acuerdo. Lo peor es que esta actitud permea muchas de nuestras acciones constantemente y nos hace unas bestias jodidas sin parangón. Por ejemplo: ¿Por qué voy a hacer la cola del súper si me encuentro con mi amigo X que está a punto de llegar a la caja? Mejor me meto y me río de la bola de idiotas que siguen esperando su turno porque yo he sido más listo que todos ellos y no he tardado nada en pagar mi cuenta. ¿Por qué no voy a entrar en ese vagón del metro si puedo aplastarlos a todos y no esperar al siguiente? Total, los aplastados son ellos, podrían hasta quitarse o bajarse del metro para dejarme su lugar. ¿Por qué tengo que pensar en no hacer ruido si es de noche y estoy en mi casa y puedo poner la música tan alto como yo quiera? Los vecinos serán los que no duerman pero mi equipo de música suena harto fuerte y yo soy el rey de la selva porque soy el dueño de este lugar. ¿Por qué no voy a insultar a esa vieja del coche de adelante que se ve que ni sabe manejar porque no arranca (a pesar de tener varios coches en frente) y le voy a decir hasta de lo que se va a morir? Me la puedo madrear en un tris, así que ni se atreverá a reclamarme y yo me divertiré al ver la cara de asustada que pone. ¿Para qué tirar la basura en su lugar? Al contrario, hay que tirarla donde sea porque así, los señores de naranja tienen chamba. ¿Por qué tengo que ocuparme de vigilar que mi hijo no esté dando de patadas al asiento del señor de al lado si yo estoy platicando con mi amiga bien agusto? Y podría seguir dando ejemplos, pero la verdad, creo que no son necesarios y todos tendremos cientos de historias personales que aportar.
Pero la cosa no acaba allí, en el plano impersonal sino llega a inmiscuirse en cuestiones mucho más cercanas, entre conocidos y sólo voy a dar un ejemplo personalísimo y que traigo atorado. Soy la bella durmiente, esto es, me fascina dormir. Hay quienes necesitan dormir poco y pueden estar al cien, pero yo no, a mí me hacen falta bastantes horas de sueño. En mi vida cotidiana, duermo muy poco, menos de lo que debería y mucho menos de lo que desearía así que los fines de semana y vacaciones me desquito y puedo dormir hasta pasado el medio día. Pero conseguir eso es casi imposible. Todas mis amistades y familiares saben de mi vicio de dormir pero he llegado a la conclusión de que a muy pocos les importa. Innumerables veces he sido despertada en sábado o domingo con palabras como ¿estabas todavía dormida?, ¡ya es hora de que te levantes! y hasta ¡no es posible que estés en la cama todavía! Hay quienes hasta en el espacio de unas cuantas horas de domingo en la mañana me han llamado varias veces, tanto al teléfono fijo como al celular y siguen llamando sin cesar hasta que furibunda, les respondo; las más de las veces, simplemente me arrancan de la cama. Hay quienes me dicen que debo desconectar todo pero siempre me pregunto qué pasaría si hubiese una emergencia. Yo fui criada con los buenos modales de que a ciertas horas, ya no se debe llamar por teléfono a menos que sea de verdad urgente, pero me pregunto cómo es que los demás entienden su parte. Si yo no llamo tarde a mis amigos que sé que se duermen temprano, por qué ellos no pueden dejar de llamarme en la mañana, cuando saben que yo duermo. ¿Es tan difícil de entender que tengo el vicio de dormir hasta tarde? En fin, esto es una catarsis. Cierto, hoy me he levantado de mala leche porque he sido despertada no por una, sino por siete llamadas entre las nueve y las once y pico de la mañana. Tenía que sacarlo de alguna manera y para variar, la que mejor se me da es esta.
A mis lectores cotidianos, una gran disculpa pues, luego de la pausa de tres semanas que me he echado sin escribir, vuelvo con la espada desenvainada. Prometo que en breve, me enmendaré.
jueves, 4 de diciembre de 2008
Se puede ver un gato sin sonrisa...
Completamente de acuerdo con Carroll. En el cielo, esta noche, he descubierto al de Cheshire.
sábado, 29 de noviembre de 2008
Dilucidaciones

Vorágine de todos los días
(Percusiones estruendosas marcan el ritmo alucinante)
Abro los ojos. Salto de la cama. Café, baño, no olvidar pagos ni el libro pendiente. Los minutos cuentan, la inclemencia del reloj que cada vez pasa más rápido. Pantalones, zapatos, chongo veloz, de los aretes ni me acuerdo. Chamarra, mochila, bolsa, botella de agua, salgo al frío cuando el sol ya asoma.
Dies irae, Dies illa...
Saludo al perro, saludo al vecino, saludo a Juan Carlos, saludo al poli y salgo. Hace falta cargar gasolina pero justo ahora, no da. Sonrío y pongo cara de idiota para que este señor me deje pasar, funciona. Con la "tanque" del coche verde, no hubo suerte así que espero un poco y paso después. Me siento en el tiempo de "la hora Haste, Haste de México", mientras a lo lejos, los volcanes. La hilera de coches que nunca terminan, los rojos se suceden, no hay remedio. Vuelta, tope, coladera, este autobús es un plomazo. Microbús parado, comenta con uno de a pie, que avance por favor. Tope, otro tope, subida, tope y tope.
...Dies irae, Dies illa, Solvet saeclum in favilla...
Llego, salgo, subo, entro, hablo, salgo, bajo, subo, entro, hablo, salgo, bajo, subo, entro, hablo, salgo, bajo, entro, subo, leo, bajo, salgo, salgo más, fumo, entro de nuevo, subo, entro, hablo, salgo, bajo, entro, firmo, salgo y me voy. Todo sin pausas y mientras las horas se escapan, que no se me olviden los pagos.
...Quantus tremor est futurus, Quando judex est venturus...
Bajo, hay mucho tráfico para variar. Gasolina, aguacates, queso, flores, cajero, pagos. Hace calor. Olvidé nota de la gas, mañana paso de nuevo. Lista, súper, florero, refrigerador, olla y sartén, calentar, comer, no hay tiempo para lavar los trastes ni guardar todo, suena teléfono (¡ahora, no!), me lavo los dientes y salgo otra vez. Camino hacia arriba, me doy cuenta de que me dejé el libro de nuevo, ¡chale! No puedo volver, ni modo.
...Tuba mirum spargens sonum...
Llego, subo, saludo, enciendo, checo, café, resuelvo enlaces dobles y triples, me llaman a junta.
...Dies irae, Dies illa...
Salgo de junta, comienzo trabajo con ecuaciones cuadráticas, salto a los derechos, de vuelta a las gráficas, coca cola y pepitas, fumo, correo, hago tabla, pasa de la medianoche, checo, apago, salgo, hace frío, calle cerrada, vuelta inmensa.
...Quem patronum rogaturus, Cum vix justus sit securus?...
Llego, guardo el súper, ceno, pijama, calificaré mañana, me acuesto.
...Dies, dies, dies irae...
Fiesta arriba, no puedo dormir.
...Dies, dies, dies, dies...
Amanece.
jueves, 27 de noviembre de 2008
domingo, 23 de noviembre de 2008
Dos versiones
Imagen que acompaña a la derecha: Maher, (2008)... si alguien puede darme alguna pista sobre el autor o el nombre de la obra, mucho lo agradeceré.
sábado, 22 de noviembre de 2008
Estos árboles tristes que de pronto lloran
Tuve una cajita en la que me guardé una vez, pero luego, el tiempo y la distancia la desdibujaron y ahora no sé más cómo encontrarla. Esperanza se sienta a la mesa del comedor y me tienta la memoria con un panquecito que dulcemente ofrece, a sabiendas de que prefiero lo salado. El perro negro y blanco del vecino ladra vigoroso al gato gris y gordo del otro vecino, que está sentado en el marco de la ventana del tercer piso; el gato ni se inmuta, simplemente disfruta del sol mientras abajo el perro se desgañita sin remedio. Les veo atributos del todo humanos mientras la tetera chilla avisando que está lista.
La emoción que la llegada del cartero me provoca es siempre única y vibrante. Sólo que a últimas fechas, me trae casi en exclusiva cuentas y propagandas, nada que valga la pena para sorprender al corazón. La era digital lo ha cambiado todo, incluyendo estos detalles que para mí, son colosales desde que tengo memoria. Recuerdo aquellos tiempos en que al avistar un sobre de procedencia lejana o ni tanto, mi mente se perdía en las posibilidades que ofrecía antes de descubrir al remitente. Luego llegaba la sonrisa al evocar la imagen de aquel cuya mano había trazado las líneas que ahora brillaban inquietas en el anverso y reverso del sobre. Un infinito de posibilidades yacía en las entrañas del pedazo de papel, a veces laqueado, otras dibujado y las más, con estampitas que recordaban al arcoiris. Me especialicé en diversas formas de abrir los sobres pero la que más me gustaba era esa de ir a buscar las tijeras para cortar, rasamente, una ínfima parte del cuerpo en forma horizontal. Voilá el secreto profundo en papel ligero, azul o blanco, o en papel más pesado de diversos tonos, colores y texturas. La caligrafia del otro era siempre un presente, una extraña sensación de tenerle allí, a mi lado. La voz del remitente, cuando conocida, seguía los pasos de mis ojos al bailar sobre las líneas. Siempre me perdía en ese mundo que alguien me abría por un momento y vivía a tope todo el universo enrevesado en líneas ahora más juntas, ahora menos: la hechura a mano no tiene parangón. Si corría con suerte, además de la carta cabía alguna sorpresa: postales, fotos, mapas, flores y papelitos que en mis manos cobraban diversos significados. Instantes capturados que se me ofrecían como regalos preciosísimos e insuperables. Y cuando ya había terminado de ver todo, volvía a empezar de nuevo. Releía muchas veces el contenido de aquellos sobres y en cada ocasión, encontraba guiños nuevos, que me contaban entrelíneas las más variadas historias.
Todas las cartas de toda mi vida siempre se almacenaron primero en una cajita, luego en una caja más grande, luego en dos y así, hasta que se desbordaron del cartón que las contenía y las más recientes se encuentran quizá bajo algunas pilas de papel esperando entrar en las cajas ahora que logre organizarme un poco, pero nunca me deshice de ninguna de ellas porque soy una sentimental. En épocas recientes, a veces llegan postales y las más, tarjetas de navidad. Pero son muy pocas en comparación a esos tiempos que ahora parecen tan lejanos.
Aún tengo un par de cajones en la casa, llenos de implementos para elaborar las cartas: una gama de papeles, postales, estampitas, sobres y quién sabe cuánta cosa más junto con una vieja libreta de direcciones, en papel reciclado y de forros con cartón corrugado, que habla de lugares diversos y del pasar de los días. En los últimos años, ha sido casi imposible el romper con la inercia trajinera laboral y lograr tener espacio para al menos, por navidades, escribir unas cuantas tarjetas para enviar aquí y allá. El problema es que tardo mucho en elaborar cada una de esas estampas de mi vida -nada de manufacturas en serie o impersonalidades que sólo estampan una firma-, que ofrezco con todo el cariño a los destinatarios. Esta vez quiero salir del marasmo y reavivar el sonido de la nostalgia, vamos a ver si la vida me da oportunidad de reencontrarme una vez más con aquella yo, que hoy ando buscando.
Estos árboles tristes que de pronto lloran, que se liberan del todo el día menos pensado, se parecen a mimisma. Hermosa similitud que, en este instante, me llena de profunda alegría y me recuerda la frase genial que decía que sólo perdiéndose es como se encuentra una. Tenía razón.
jueves, 20 de noviembre de 2008
Monólogo a dos voces
Imagen que acompaña: Catedral de Santo Domingo, Oaxaca, Oaxaca (2008) por Sofía González.
Estampas cotidianas
Después de todo lo anterior, me siento otra, o mejor dicho, la misma que algún día dejé de ser. Sólo pido que esta vez no se me olvide la lección por el camino: pase lo que pase, hay que tener espacio para vivir.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
El mejor remedio
Tres cuentas de collar
Una
Ella decidió dejarlo en primavera. Le parecía que aquella estación prometía nuevos aires que le harían más suave el tránsito al nuevo estado. Sabía que había llegado a un punto en el que mirar atrás no servía de nada y que en lo cotidiano, no existían razones para quedarse. Le costó mucho el decidirlo pues la fuerza de la costumbre se imponía y el miedo a enfrentar las cosas de otra manera la subyugaba, pero como el vivir lo mismo repetido le producía hastío, fue lo que escogió. Despacio y sin arrebatos, fue arrimando los recuerdos para no dejar ninguno y comprobó que eran muy pocos, menos de los que había imaginado. Se dió cuenta de que las paredes de la casa nunca habían contado historias de vida, sino de ausencias. No sufrió ninguna desilusión porque muy dentro de sí, lo sabía desde siempre a pesar de que no se hubiese decidido a reconocerlo. Contaba, no los días, sino las horas y los minutos que pasaban con tal de saberse más cerca del esperado momento. Cuando sólo faltaba una luna para cambiar la hoja del calendario, hizo su equipaje y se sentó a esperar en el borde de la cama. El alba despuntaba y quiso levantarse, fue entonces cuando descubrió que le habían salido raíces hacia el suelo y no podía moverse. Ella decidió dejarlo en primavera, pero esa vez, tampoco consiguió hacerlo.
Dos
Ella le quiere de verdad. Sabe que en los últimos tiempos, las cosas se han complicado para ambos y, a pesar de todo, sigue luchando. Las distancias no le ayudan mucho, pero insiste por tanto amor y cariño acumulados con el paso de los años. Sin contar las barreras que en algún momento puso por el miedo a enamorarse de verdad, hoy se entrega con todo y se la juega por completo pues sabe que vale la pena. Sin embargo, un día se quedó esperando y pasó un mes y él, que prometía llegar, no vino. Nada que una llamada telefónica no arreglara y en la que dilucidó que todo seguía como antes. Pasaron las semanas y la línea telefónica se fue enfriando cuando ella más lo necesitaba. Hubo un día en que el teléfono dejó de sonar y aunque ella seguía, día tras día, esperando el timbre, el cacharro continuaba mudo. Comenzó a preguntarse si tanto amor tenía sentido, si, como decía Rosario, el amor debería serlo todo a pesar de las circunstancias. Con dos canastas, hizo una balanza para pesar los frutos del amor contra las inconsistencias y descubrió el lado que contaba más. Luego de eso, tomó su decisión inapelable, puso sus cosas en un hatillo y se fue con su amor hacia otra parte.
Tres
Ella pensó que nunca podría volver a encontrar a alguien a quien amase más. Se equivocó y fue el tiempo el que se lo demostró, con mucho pesar de por medio. Nunca hubo platos rotos, lo que se quebró estaba más adentro y no hacía ruido, sólo generaba abismos insondeables entre dos personas. Ella se subió a la barca del olvido pero las corrientes le fueron adversas y demoró en alejarse. Pasaron varios años cuando un buen día, se sintió distinta y más ligera. Con miedo de arrepentirse, leyó los recuerdos de papel guardados y se dio cuenta de que habían perdido su significado. Se miró extraña en aquellas líneas y se sorprendió de alguna vez haber logrado sentir todo eso por un hombre que no valía la pena. Le pareció una jugarreta de la vida que había quedado por fin, hueca y vacía. Tiró todo a la basura y con una gran sonrisa en la cara, empezó de nuevo. Nunca un fin tuvo tan buen comienzo.
martes, 11 de noviembre de 2008
Saudades

La imagen de ese día seguía mis pasos. Nos encontramos a cualquier hora, en aquel lugar. Fueron sus palabras las que me atraparon como mariposa en el desconcierto y poco a poco, me hicieron perder la dirección. Observé cómo, con sus dedos, capturaba un instante que al regalármelo, se convirtió en flor; lo acepté a sabiendas de que no habría otra oportunidad. Nuestros cuerpos se balanceaban al compás de una canción que nunca sonó y que ambos conocíamos: la habíamos escrito innumerables veces sobre el caracol. Intercambiamos aguamarinas y amatistas a la sombra de las velas; después, quise verlo a través del espejo para escapar de su mirada, pero fue inútil y me dejé ir, sin más contemplaciones, rumbo a la negrura intensa de sus pupilas. Caían lentamente las gotas de agua sobre su espalda: una, dos, tres, cuatro, cinco... Al mismo tiempo, el olor a cedro que todo lo impregnaba. Desenredamos nuestras querencias como si cualquier cosa e hicimos dos madejas con ellas, con las que más tarde, tejería un suéter para taparme del frío el siguiente invierno.
domingo, 9 de noviembre de 2008
Si no fuese por las silly love songs
En medio de tanta desolación, por un resquicio se cuela la música y me pierdo en el mar de notas y armonías, casi instantáneamente, como errático náufrago aferrado al salvavidas. No estoy para profundidades auditivas, necesito un abrazo que hoy parezca más cálido, más cercano, más real. Aquí es donde lo encontré, por muy tonto que pueda sonar, luego de unos cuantos juegos memorísticos. Y como ando de sentimental, no puedo sino decir: gracias, Paul, por todas las compañías a lo largo y ancho de mi vida.
domingo, 2 de noviembre de 2008
Historia de la bruja y su maleta de ranas
Era un mundo inmenso de ranas. Unas provenientes de lugares tan lejanos como Canadá, España, Cuba y Francia, otras de más cerquita como San Cristóbal y Ensenada. Habían estudiado biología, otras, fotografía, y otras más, se dedicaban a la actuación o al reportaje; había incluso, aquellas que jugaban al gotcha. Había ranas diestras en percusiones, en guitarra, en violín o en composición, otras en matemáticas; eran ranas escritoras, filósofas y politólogas, otras simplemente, soñaban y a unas más, les gustaba pintarse las uñas. Ranas que bailaban samba o que eran equilibristas, ranas lectoras, ranas futboleras, ranas que andaban en bicicleta y hasta las que leían las cartas. Unas sabían de ambulancias y medicina, otras de derecho y filosofía, otras de computación y economía y, unas más, apenas estaban decidiendo su futuro. Ranas vegetarianas, ranas que tomaban whiskey o cerveza, ranas a las que la cebolla no les gustaba y hasta alérgicas a la berenjena. También había ranas pequeñitas que dibujaban, que cantaban y que jugaban casi todo el tiempo; esas eran las que más ruido hacían, me explicó.
Estuve ahí, durante horas escuchando la historia de muchas ranas mientras observaba que los labios de aquella mujer extraña se iban poniendo azules y la respiración le fallaba. Su voz se fue extinguiendo hasta volverse un murmullo que no alcanzaba a descifrar. Cuando los primeros rayos del sol comenzaron a asomar, sacó del bolsillo con mucho trabajo una campanita y la hizo sonar. Al instante, la marabunta de ranas nos cercó y en forma caótica, comenzó a brincar hacia la maleta. Estaba absorta viendo el ranerío hasta que de pronto, oí de nuevo su voz, tan clara y fuerte como al inicio. Se despidió de mí y me pidió que por favor guardara su secreto. Debí poner cara de que no entendía por lo que, cuando la última rana había entrado en la maleta, comenzó a cerrarla y a explicarme que esas ranas eran las que le permitían recobrar fuerzas porque le transmitían toda su vitalidad. Agarró la maleta como si no pesara y con una sonrisa, me contó que las dejaba salir para que se divirtieran un rato porque por ser tan inquietas, era difícil mantenerlas siempre en la maleta, pero que a fin de cuentas, cada una de ellas era un pedacito de su corazón y que cuando se alejaban, ella comenzaba a morirse de tanta tristeza.
Ofrenda
La visión que tenemos de la muerte, pareciera eludir las enseñanzas del pasado prehispánico e inclusive, herencias más cercanas como la que nos dejara Guadalupe Posadas. Si bien disfrutamos con las ofrendas y la catrina, entre otros elementos del rito, cuando de asuntos de muerte se trata, ya nadie se acuerda de lo anterior y todo se vuelve una solemnidad. De verdad que me esfuerzo en conseguir esa visión frente a la muerte que me parece mucho más sana, pero hasta ahora, poco consigo.
sábado, 1 de noviembre de 2008
Entre jalogüines y desconexiones
Ayer logré enloquecer con toda la parafernalia del jalogüin y eso que estuve poco en la calle. Me sorprende y me pesa cómo cada vez es menos lo nuestro y más lo de allá, de más al norte. Y eso que de verdad siento que es divertido el disfrazarse. En la mañana me emocioné al dar clases a un grupo de muertos-vivos, ángeles y otros demonios raníferos a quienes tomé esta foto que acompaña. Luego, conforme el día fue avanzando, los disfraces fueron pareciendo cada vez más vanos, más ajenos, más artificiales y menos gozosos o disfrutables, y acabé casi alucinándolos cuando a la salida de un estacionamiento me atajó un grupo de madres muy jóvenes con el triple de hijos disfrazados y casi me forzaron a cooperarles en sus calabacitas de plástico, no a uno, sino a todos los retoños. ¡Ah, pero fíjese usté que no, que ni traigo tanto así! Y cuasi me respondieron que no ching… y que me pusiera las pilas con mi donación porque ESO era lo que hacía FELIZ a los niños. ¡Hágame usté el favor!
Así que por la nuit rayando la madrugada, cuando logré aterrizar en casa luego de tanto sinsentido, porque había sido un día cansado y difícil a pesar de aquel beso matutino que tan bien me supo, me cayó el chahuiztle y mi conexión de red me mandó a la dimensión de mucho más allá sin dejar que me conectara. Y ahí me tienen, arreglando por teléfono el desperfecto para que, luego de una conversación de casi tres cuartos de hora, la reina me dijera que era un problema de la línea y que tardarían en checarlo-arreglarlo entre 12 y 72 horas. Y claro, ese tiempo corre y yo me desespero porque no veo que pase nada; paciencia con los servicios que dicen llamarse “de primera”.
jueves, 30 de octubre de 2008
Tarde de fotos

De veras que me sabe mal no encontrar dos fotos que ando buscando y estoy segura que no fueron a ningún lado. Tal vez si les doy un tiempo aparezcan solas, así que me he puesto a escribir, mientras tanto. Todo lo que soy de paciente para unas cosas lo soy de desesperada para otras. Es como si en el disco duro no me hubiesen cargado con toda la paleta de grises y tuviese que conformarme con un sistema binario que me resta posibilidades, o al menos, eso me parece. Con el paso de los años he aprendido algo de técnica cromática y puedo presumir al ser un poco más multicolor, menos mal. La vida me enseña una y otra vez que el ser vértigo no siempre funciona, pero vuelvo a tropezarme y vivo en medio de ráfagas alternadas con periodos de quietud extrema. Soy como el grifo del lavabo que a últimas fechas, está como en huelga y deja salir el agua cuando le da la gana. El problema es que yo no lo decido, tan sólo me sucede a veces en momentos adecuados y otros, en los más inoportunos. He aprendido a vivir con ello y con otras muchas cosas más.
La casa huele a nardos y a cempasúchil en esta época de muertos y de vivos que comparten y que se emocionan, por decirlo en presente, con las mismas cosas. Eso de tener un espíritu mestizo, como apuntaba Mara, tiene también sus ventajas: somos los más adaptables ante diversas circunstancias. Hace años, resolví que las tradiciones eran mi suelo, así que procuro mantenerlas y arroparlas para que sigan vivas, para que funcionen como faros que iluminan mi camino en los días aciagos y también, por qué no, en los felices. Hoy es día feliz de recuerdos y búsquedas en el pasado, y el abuelo Pepe no aparece. Por fortuna, entre tanta foto, encontré otra que puede sustituir a aquella que siempre traigo a la fiesta; por el momento, tendré que conformarme mientras dentro de mí se agitan aires de batalla con la vida y me pregunto si será que el abuelo está enojado conmigo o simplemente, se hartó de mi tradición que, a decir verdad, nunca fue la suya por muy mexicanizado que estuviese. Ni modo, estas cosas pasan cuando menos te lo esperas.
domingo, 26 de octubre de 2008
Rincón de los alebrijes I

Una colorida versión del árbol de la vida que brillaba al sol.

Don Quijote y Rocinante en pos de algún molino.

Estas tres se habían subido a la luna y desde allá nos observaban.

El caballito quería brincar hacia la fuente de la Diana.
viernes, 24 de octubre de 2008
La pesadilla de Jonás
jueves, 23 de octubre de 2008
¿Quién es Jack Lucas?
Conocí a Jack Lucas hace más de diez años cuando las casualidades quisieron que nos encontráramos, en un pasillo, en un salón o en una mesa de café, ya ni recuerdo bien porque mi memoria es fragmentaria, pero eso no importa. De porte hidalguísimo y velazquiano, con su eterna sonrisa blanca y ojos pispiretos, en aquel entonces tenía el pelo muy corto, el look de Sandro de América llegaría después y se iría con el tiempo.
Venía allende de nuestras fronteras y me contaba retazos de historias de infancia de una abuela y de un lugar muy verde que vio nacer a un insigne poeta de nuestra América. Entre sus amores se cuentan el beis, jugar basket y devorar cuanto libro caiga en sus manos; su mundo es uno paralelo al nuestro y en él, Jack Lucas se transporta siempre en bicicleta, con su mochila a cuestas en la que siempre hay buena música, buena lectura y una de sus mil libretitas donde apunta todos sus sueños, historias, poemas y canciones.
Hubo un tiempo en el que nos reuníamos con mucha frecuencia, en ese café que se volvió nuestra casa y que hoy, ha desparecido. Él tomaba americano y yo, otro igual pero con leche, y rumiábamos las horas y arreglábamos el mundo y nuestras historias amorosas que sólo eran proyectos. A veces, nos dedicábamos a leernos y a opinar sobre nuestros escritos, pero las más, simplemente soñábamos. Tuvimos una época en la que, cuando los horarios de aquel rincón cafeteril se acortaban, cruzábamos la calle y jugábamos basta en el anverso de los mantelitos del Vip´s; debo decir que sólo él y alguna que otra hacían trampa y se inventaban cosas que no existían con tal de ganarnos: a veces, lo conseguían y otras, sólo nos divertíamos hasta entrada la madrugada, éramos muy felices en aquel entonces.
Si la versatilidad tiene un nombre, ése es Jack Lucas. Fue como un hermano para mí desde el inicio y he seguido con interés y mucha curiosidad todos sus pasos. Jardinero, barman, despachador de gasolina, repartidor, transcriptor, pintor de brocha gorda, fotógrafo, mesero, viajero y muchas otras cosas más que lo han forjado en esta tremenda ciudad de asfalto. Asiduo del Jarocho en Coyoacán y de las librerías de viejo donde encuentra verdaderas joyas, algunas de las cuales guardo en mi librero con mucho cariño. Es un derrochador nato de energía y logra hacer unos pasos de baile, espectaculares por demás, que impresionan a todas las chicas presentes y que aprendió en un local cubano. Alguna vez, incluso, luego de tremenda bailada se desparramó por el suelo de mi casa durmiéndose en él hasta el amanecer: era la fiesta de inauguración. Otras veces, parece no moverse y se enreda en el humo que sale de su tabaco cuando estamos en un bar, al calor de las horas y viendo pasar los minutos.
sábado, 18 de octubre de 2008
El canto de la sirena

jueves, 16 de octubre de 2008
Punto cero

domingo, 12 de octubre de 2008
Máxima Gonclidiana
sábado, 11 de octubre de 2008
Fractales
Diatribas personales

El primero versa sobre cuándo, cómo y con quién me inicié en la lectura y sobre qué libros me llevaría a “la isla”. Redactar mi inicio en la lectura fue fácil porque contar historias de familia me es siempre grato, pero lo segundo, me machacó la mollera durante varias noches. Finalmente, logré salir de un plumazo, un poco por casualidad y esbocé una tríada de libros que, según yo, me dibujan o me tocan el alma de una manera particular. Nunca me ha sido fácil hacer una lista de favoritos —a excepción del registro de las páginas de internet que guardo en mi computadora—, porque me parece que se queda mucho más en el tintero. Total, según mi visión, hay muchos favoritos que dependen de tal o cual circunstancia o momento, así que confiar en mi memoria para enlistarlos, me parece algo que de veras, no me va y siempre pienso que es más lo que se me olvida que lo que recuerdo.
El segundo texto de encargo es una semblanza de Cristina. ¡Coño, qué complicado me parece elegir las ideas para trabajar un escrito así! Me resuenan ya algunos trazos, pero de ahí a lograr algo se presenta un abismo cuasi insondable. ¿Qué elementos se eligen para la construcción de un texto de esta naturaleza cuando, de pronto, se tiene la idea de que casi no se conoce a la persona? ¿Cómo hacer que encajen los retazos de tiempo en un solo hilo? ¿Qué hacer para darle la fuerza, el respeto y el cariño que esa persona te merece?
En fin, atascada estoy. Ojalá y el tiempo sea magnánimo y me permita concretar la hazaña de manera honrosa y en un lapso relativamente breve. Invoco al dios que me presentó Ivanius hace un par de tardes, para ver si al menos, ilumina mis entendederas y me da bríos para afrontar la infinita cuartilla blanca…
miércoles, 8 de octubre de 2008
Danzón a cuatro tiempos o la importancia de llamarse Ernesto
Segundo tiempo
Tercer tiempo
Cuarto tiempo
martes, 7 de octubre de 2008
¿Involuciones?

Pasamos buena parte de nuestras vidas hablando, diciendo palabras que significan tal o cual cosa. Hay quienes hablan más que otros, pero de eso no voy a hablar aquí ahora. Sin embargo, me viene pareciendo frecuente el hecho de que lo que se dice ya no está comunicando ideas, sino que nomás se dice y el viento se lo lleva. ¿Quién no se ha visto sorprendido por un jefe, un amigo o hasta un desconocido que dice algo que, de pronto, nos es imposible entender? Cuando me di cuenta las primeras veces, pensé que a lo mejor me estaba quedando tonta (que bien puede ser cierto, aunque eso es harina de otro costal), pero son ya tantos los ejemplos que mi tesis inicial ha cambiado radicalmente. Las personas a nuestro alrededor hablan (y conste que yo no me salvo del ejemplo) y dicen suponiendo que nosotros sabemos algo que no se dice, pero como los que escuchamos no sabemos, pues no entendemos. Huelga decir que la cantidad de malentendidos en la actualidad por esta falta de comunicación, me parece alarmante. Puede que el caso no sea nuevo en la historia, pero es que cada vez pasa con mayor frecuencia, no hay derecho...
Además, al menos en el entorno en el que me muevo, el número de palabras utilizadas tiende a reducirse dramáticamente. Pareciese que todos estos siglos que nos dieron riqueza en la lengua, no han servido de nada, porque ahora, como pasa con los celulares, está de moda el disminuir más y más el tamaño de las cosas. Y por si fuera poco, se nos hace más cómodo usar palabras prestadas de otras lenguas que construir las propias, además, eso se ve como una acción en contra de la modernidad. El afán reduccionista nos invade a tal grado, que dicen por ahí, que en la actualidad, el número de palabras usadas cotidianamente por un adolescente mexicano ronda por las cien… ¿qué se hace entonces con el resto del diccionario? ¿Lo tiramos a la basura y ya? O para remar en contracorriente nos dedicamos a usar otras palabras que en poco nadie más conocerá, asumiendo el riesgo de que todavía, nos entendamos menos.
Como si no faltaran motivos, la vida contemporánea sigue dándonos razones para reducir aún más el número de palabras que usamos. ¿Para qué escribir toda una frase diciendo “estoy muy feliz” si podemos ahorrarnos el tecleo con sólo tres signos, a saber :^D, que además, dependiendo del contexto, puede tener un montón de otros significados ocultos y acaso, desconocidos para nuestro interlocutor? Y luego vienen las paqueterías que todos usamos en las computadoras que desconocen muchas palabras, pero eso sí, nos permiten agregarlas al “propio” diccionario. Está bien que una lengua es un sistema en movimiento que se modifica constantemente, pero ¿a poco a tal grado que cada quien puede armar su propio diccionario? Porque, no es que sea yo enemiga de la pluralidad (me parece maravilloso que cada cual construya su propio diccionario) pero dudo mucho que, a estas alturas, existan muchas personas que se dediquen a enriquecer sus paqueterías.
En fin, que me parece trágico que todo lo anterior suceda y para empeorar el asunto, sucede bajo nuestras propias narices y sin darnos apenas cuenta. ¿Qué camino debe elegir el que se dedica a estudiar el lenguaje, el que se dedica a enseñarlo o el que lo usa en su labor cotidiana? ¿Y los que son puro lenguaje y lo escriben y lo hablan como forma de vida? ¿Qué elección personalísima tenemos, si es que la tenemos de veras, cada uno de nosotros, de contribuir o no a esta hecatombe? ¿Qué hacer si cada vez nos entendemos menos? No tengo la menor idea de qué decir ante todas estas preguntas que planteo y por eso es que resolví publicarlas, para ver si alguien puede ayudar a desenmarañarme.
La increíble historia del Circo Fabulópolis

Caminé distraída durante un buen rato, siguiendo el sendero verde y el vuelo de alguna mariposa. Después de un tiempo, me senté en una gran piedra que encontré y apreté un momento los ojos para contener las lágrimas. Cuando los abrí, lo vi ahí. Medía no más de cincuenta centímetros, aunque por su chistera, parecía más alto. Tenía la cara palidísima, sobre la cual afloraba una puntiaguda nariz y unos bigotes negros y largos que se parecían a los de aquel señor Gaudí, de la foto que mi madre tiene en la pared de su estudio. Con levita negra y camisa blanca almidonada, me hizo una reverencia de lo más ceremoniosa y habló:
— Muy buenas tardes, señorita. ¡Bienvenida al Circo Fabulópolis!
Yo miré hacia atrás pensando que le hablaba a alguien más, pero no había nadie. Tenía que ser a mí…
— El circo… ¿qué?
— Fabulópolis… ¡Pase, pase! Venga por aquí… — dijo indicándome que lo siguiera.
No se por qué lo seguí, pero me llevó a un claro donde asomaba la carpa con los colores más vistosos que nunca había visto en mi vida y de la que salían un gran alboroto musical y de voces. La función había comenzado cuando por fin entré, pero no recuerdo nada más. Me queda la impresión de que aquel día me reí como nunca antes y de que una gran ola de felicidad me inundó el cuerpo. Volví a casa ebria de emociones y sabiendo que todo estaría bien en mi nuevo lugar de residencia, como efectivamente comprobé más tarde.
Nunca volví a aquel lugar y luego de muchos años, conseguí casi olvidar el incidente. Eso sí, desde hace algún tiempo a la fecha, cada vez que la vida parece atorarse, el Circo Fabulópolis emerge en mi corazón y de pronto, me siento mucho más tranquila.
Imagen que acompaña y que inspiró esta historia: Isabel (2008), El Circo Fabulópolis, detalle del mural colectivo La ciudad.
lunes, 6 de octubre de 2008
Rincón escolar
sábado, 4 de octubre de 2008
¿Un tequila?
— No gracias—, respondo. — Mejor tráiganos la cuenta y un policía.
— Mejor les traigo la cuenta y un tequila... para despistar al policía.
Vértigo
jueves, 2 de octubre de 2008
Hoy, la mañana tiene el gusto dulce de una ciruela
