A media luz, me fui cantando mientras jugaba al equilibrio sobre la línea del horizonte colgada del Segundo piso. No pude dormir y navegué durante días sin tener noción de las direcciones ni los puntos cardinales. Ahora, entre los restos del desastre, me despierto un poco adolorida, debe ser el exceso de ejercicio. A mi lado yacen los sueños rojos de ayer y los blancos deseos de mañana; inconmovibles, esperan a que ella vuelva para lavarlos y ponerles el almidón. Las sillas están desordenadas, alguien las dejó ahí como prueba de que se usaron mientras -¡qué contradicción!- el horno rebosa de comida por degustar, en señal de que nadie ha pasado por aquí. Casiopea está frente a mí y parece que me guiña un ojo. No pienso seguirla mientras no vuelva a comprar flores para adornar aquella esquina gris, no vaya a ser que también el reloj se me descomponga.
El tiempo se ha detenido por efecto de la gravedad. Han procurado explicarlo en el noticiero de las ocho, pero parece que ni ellos mismos entienden y la nota periodística termina en cachondeo. Como ya es costumbre, nadie se fija y todos siguen pegados a la caja super-mega-extra-plana de tecnología de enésima generación de la que sale luz, además de idioteces al por mayor. Como los astrónomos tengan razón y las transmisiones sean un puente de comunicación con civilizaciones extraterrestres, ya valimos; a mí en lo personal me dará verguenza que alguien las vea o las oiga: es una terrible carta de presentación que hárá cualquier cosa menos demostrar nuestro intelecto, si es que existe.
Te tengo los martes y ya con eso me conformo. Si te pidiera más, sería un abuso. Además, no puedo pedirte peras, sólo manzanas pues te pones tiquismiquis y me das un discurso darwiniano para probar que eso de los injertos es funcional, pero no cambia nada en absoluto, la selección sigue su curso. Lo peor es que los lunes y los miércoles los tengo ocupados, los jueves avanzo en otras direcciones y los viernes son mortales. Y ya que estamos en esas, te aviso que los sábados procuro dormir y los domingos me voy al mercado a por las peras que no me das.
De pronto miro el reloj y me doy cuenta de que era el conejo blanco al que seguí hasta esta madriguera, pensando que se me había hecho tarde. Debe ser por eso que estoy donde nadie puede alcanzarme. Si me encuentro a la despiadada Reina de Corazones, les pediré su ayuda para salir de aquí porque el ser pintora de brocha gorda, nomás no se me antoja por el momento.
El tiempo se ha detenido por efecto de la gravedad. Han procurado explicarlo en el noticiero de las ocho, pero parece que ni ellos mismos entienden y la nota periodística termina en cachondeo. Como ya es costumbre, nadie se fija y todos siguen pegados a la caja super-mega-extra-plana de tecnología de enésima generación de la que sale luz, además de idioteces al por mayor. Como los astrónomos tengan razón y las transmisiones sean un puente de comunicación con civilizaciones extraterrestres, ya valimos; a mí en lo personal me dará verguenza que alguien las vea o las oiga: es una terrible carta de presentación que hárá cualquier cosa menos demostrar nuestro intelecto, si es que existe.
Te tengo los martes y ya con eso me conformo. Si te pidiera más, sería un abuso. Además, no puedo pedirte peras, sólo manzanas pues te pones tiquismiquis y me das un discurso darwiniano para probar que eso de los injertos es funcional, pero no cambia nada en absoluto, la selección sigue su curso. Lo peor es que los lunes y los miércoles los tengo ocupados, los jueves avanzo en otras direcciones y los viernes son mortales. Y ya que estamos en esas, te aviso que los sábados procuro dormir y los domingos me voy al mercado a por las peras que no me das.
De pronto miro el reloj y me doy cuenta de que era el conejo blanco al que seguí hasta esta madriguera, pensando que se me había hecho tarde. Debe ser por eso que estoy donde nadie puede alcanzarme. Si me encuentro a la despiadada Reina de Corazones, les pediré su ayuda para salir de aquí porque el ser pintora de brocha gorda, nomás no se me antoja por el momento.