domingo, 3 de abril de 2011

La llamada


Sentado frente al abismo de la tarde: el aire casi raspa y la calidez agobia. Los minutos se fugan pero la sensación de infierno permanece. Ante el clamor profundo de tregua, acomoda el cuerpo. Los recuerdos lo atraviesan. Se estremece. No es que tenga frío, más bien es como si en su interior se produjese el chirrido al arañar una puerta metálica. Se aferra a sus pensamientos; sabe que la esperanza arrancada de tajo deja un espacio enorme que devora, incluso, las ganas de vivir. El pasado inunda la mirada y se derrama. Nunca imaginó que el perder a un hijo doliese tanto. Herido de muerte, anhela que alguien responda al grito de auxilio... Y nosotros, ¿qué estamos esperando?