lunes, 30 de marzo de 2009

Kafkiana


Hay una mano que se acerca, dos cuerpos que se abrazan y una boca que siente. Hay un par de ojos que arrojan un par de lágrimas. Hay un encuentro de besos, una primavera que se estrena y un sillón de los olvidos. Hay muchas almas que se agitan y un ruido en el refrigerador. El día tiembla.
Hay una bata colgada, una canción que suena y un recuerdo en el armario. Hay vecinos que suben y bajan las escaleras mientras los periódicos asoman bajo las puertas. Hay una vida que se escurre con la leche del desayuno cuando se abre un compás de espera...
Hay una tarjeta en el tintero y una sonrisa en aquella esquina. Hay deseos guardados en la cajuela del coche y sueños apilados bajo un cojín. Hay tráfico en las avenidas y un telón de fondo que cuenta historias que pasan y quedan. Hay una silla que espera y un café que suspira. Parece que la mañana transcurre.
Hay un plato vacío y un tenedor hambriento. Hay sonidos de trastes que se lavan, olores que se esparcen y voces que no cesan. Hay verde en los cielos y azul en las banquetas. Hay una pared con soles, un escritorio con lápices y alguien que llega. Hay gremlins que duermen en el cajón. Hay un tic-tac que no funciona y nubes en el horizonte; el aire languidece, la tarde se ha ido.
Hay un vaso que parlotea y un instante que enmudece de gravedad. Hay sombras que trepan por los rincones y memorias que se agitan bajo la piel. Hay un teléfono que suena, un corazón que vibra y un murmullo que no cesa. Hay muchos libros por leer, muchas horas para ser escritas, muchos días que esperan a ser contados. Hay una luna que se asoma y estrellas que se esconden. Hay ganas de ser y toda una vida por vivir.


Imagen que acompaña de Gustav Klimt (1909), El árbol de la vida.

domingo, 29 de marzo de 2009

Despertares

Abrió los ojos y la luz los inundó, dejándolo ciego por unos instantes. Pestañeó un par de veces hasta que sus pupilas se pudieron acostumbrar. Tenía apetito y estaba incómodo. Una mancha roja flotaba suspendida en el aire. Trató de tomarla con las manos pero quedaba muy lejos de su alcance, por mucho que se estirase. Cansado de su posición, intentó girarse pero no lo consiguió. Estaba casi inmóvil, desesperado y un hambre atroz le quemaba las entrañas. Miró con desdén aquella figura roja que se balanceaba sobre su cabeza. Sintió que las tripas rugían pero se distrajo de nuevo con las cortinas que ondeaban en la ventana. Pasaron varios minutos que le parecieron eternos, luego el estómago volvió a quejarse y miró alrededor, estaba solo en aquel cuarto. ¿Lo habrían olvidado? Quiso llamarlos pero las ganas de comer se arremolinaron en la garganta y no emitió sonido alguno mientras la angustia de no poder cambiar de posición lo hacía todo más difícil. Juntó fuerzas y aire, y de su boca salió un quejido que se convirtió en llanto fiero. La puerta se movió y una mujer entró apresuradamente. En cuanto lo tomó en brazos, el pequeño calló. Sabía que ahora todo estaría mejor.

Fragmento de imagen que acompaña en xarleen.wordpress.com/2008/04/17/he-vuelto/

martes, 24 de marzo de 2009

In memoriam II

María José Bueno
(1939-2009)
Ya estamos echándote muchísimo de menos.

domingo, 22 de marzo de 2009

In memoriam

Concha Ruiz-Funes Montesinos
(1941-2009)
Te vamos a extrañar muchísimo.

domingo, 8 de marzo de 2009

Mendeziana

Carlista: persona que todavía cree en las enseñanzas de Carlos Marx pero que quiere vivir como Carlos Slim.

jueves, 5 de marzo de 2009

Recuerdos de olvidos

Suelo tener muy mala memoria para los nombres y las fechas. Me pasa -y me da mucha rabia saberlo, pero así es- que estoy viendo una película y cuando ya llevo un buen tramo, me doy cuenta de que ya la había visto. En general, más que recordar las historias que emergen de los libros o de las pantallas, lo que me queda siempre son las sensaciones. Sin embargo, hay casos especiales como este que ahora voy a contar.
Hace ya muchos años, leí por primera vez Pedro Páramo (1953) de Juan Rulfo. Siempre lo olvido y cuando un buen día decido hincarle el diente, descubro -con sorpresa- que ya lo había leído. Llevo no sé cuántas lecturas y me vuelve a suceder una y otra vez, como si fuese mi destino con este libro en particular. Y cada vez que lo releo, si bien descubro que ya lo conocía, me quedo con cosas nuevas y me lleno con la soledad entre fantasmas al adentrarme en Comala, como si estuviese atrapada allí, sin poder salir y la memoria me hiciese trampas. Sea lo que sea, cada vez lo disfruto un poco más.
Y ya que estamos hablando de olvidos, sigamos con esta otra versión cinematográfica. Sale a la luz en el 2000, pero sólo hasta hace poco llega a mis manos. Memento (en español, Amnesia), largometraje basado en un guión de Christopher Nolan nominado por la Academia, es un thriller sicológico que va, a saltos, armando una historia hacia atrás, como los cangrejos. Desconcertante al inicio y con personajes de los que desconfiamos porque no sabemos de dónde salen, lo que importa son las causas que vamos conociendo poco a poco, a partir de las consecuencias y cómo éstas nos van contando una historia que nadie sabe si es verdad. Muy interesante uso del tiempo y recorrido espeluznante por la memoria y sus recovecos.
Para cerrar con broche de oro esta tercia, hablemos ahora de Luis Cernuda y su serie de poesías agrupadas bajo el título Donde habite el olvido (1932-1933), en su libro La realidad y el deseo, a partir del cual toma nombre este post. Un hermoso viaje por la memoria y el olvido, que nos recuerda siempre que la poesía nutre tanto al alma como a la razón.
Y algo más iba a agregar pero parece que se me ha olvidado, así que ahí le dejamos para la siguiente.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Cuando el sillón de la buena suerte no funcionó

Con cariño para M, por el título y las múltiples complicidades.

Como tenía la intención de comer algo, entró al café. Un poco por costumbre, echó un vistazo al salón y cuando se dio cuenta de que había algo raro, volvió a mirar. Alguien la veía fijamente. Una fracción de segundo después, reconoció la cara. Se sonrieron. Ninguno supo enseguida qué hacer. Luego se acercaron.
Primero se saludan con gusto, todavía atónitos, y comienzan a armar el rompecabezas de los años, muchos, que se cruzan entre ahora y la última vez -que por cierto, ninguno recuerda con claridad-: “¡Qué milagro! ¿Qué has hecho? ¿Sigues en...?”. Salen a relucir amigos mutuos y alguna anécdota.
De pronto, sopla el viento y evocan una noche que vio salir al sol. Los recuerdos se desparraman como la leche cuando hierve; los controles internos que avisan peligro están en máxima alerta, pero al menos por esta vez, no ocurre nada. Tan sólo hay un intercambio verbal de correos, por si las dudas. Abrazo franco mientras la mano de él, atrapa la de ella como si por cuenta propia, no quisiera irse nunca. Beso fugaz de despedida, los aromas se mezclan con los recuerdos.
Ella sale del local mientras él vuelve a su mesa. Ella se siente vacía porque de pronto se da cuenta que los años no pasan en balde y toma el rumbo hacia el ocaso. Él se queda con la sensación de que ha perdido algo pero pasarán los años y seguirá sin saber qué. Ninguno voltea hacia atrás, el tiempo es implacable. El que se vuelvan a encontrar estará condicionado por muchas cosas, pero ella sabe que nunca dependerá de él: esa fue la razón para que la historia que les tocara vivir sea esta y no otra.

lunes, 2 de marzo de 2009

Rincón de fuego y magia

La posibilidad de que los fines de semana por la noche aparezca la magia, en manos de Alonso y de Ock, siempre es un placer. Estar con ellos me aleja del ruido del mundo y me recuerda que sigo siendo una niña cuando miro absorta todas las suertes que realizan, como si cualquier cosa. Este es un tributo a lo recorrido y un agradecimiento por los muchos buenos ratos compartidos.




Fotografías de Octavio Sevilla y Alonso Tapia.

domingo, 1 de marzo de 2009

Especialista

Al comentar con mi vecino acerca de la vida desequilibrada que llevo, me recomendó a su neutróloga. Mañana mismo llamo para hacer una cita y, de una vez por todas, bajarle a mi reactividad.