miércoles, 26 de enero de 2011

Desde el faro


Una mujer se asoma a la tarde y mira al mar. Sus ojos recorren la línea espejo infinita que separa universos azules; brotan escalofríos a causa de la emoción por el paisaje. Todavía hay demasiada luz y las gaviotas navegan ligeras como ancladas al viento, sus graznidos cortan el silencio. Esta esquina del mundo sabe de soledades; la llegada ocasional de víveres da tregua a la sucesión descolorida de días y noches. Hubo un ayer de flores y promesas; ahora no hay sino hierbas, musgos, acantilados…. Cuando el sol comienza a menguar, las sombras pueblan la tierra y el cielo se incendia, el corazón retumba. En este lugar estuvo el paraíso donde Adán correteaba a Eva… pero eso fue hace mucho tiempo, antes de las olas y los gritos, antes de que el océano devorara lo más querido, ya casi ni lo recuerda. Una lágrima se derrama cuando la tarde se fuga; ella y la mujer anochecen juntas.

© pseudonimo51 / Roberto Russo (2006), Faro Ventotene, Ísole Pontine, Italia, en:
http://www.flickr.com/photos/robertorusso/2091414428/

viernes, 21 de enero de 2011

Souvenir


No supo cómo aquel disco se coló en sus manos. Un momento y los retazos del pasado vinieron a asaltarla…

El cuerpo, lleno de soledades, buscaba consuelo esa noche. Encendió la computadora y se conectó a Internet. Vacilaba pero se decidió por aquel chat, un “poco” sórdido. Luego, las dudas se instalaron. Estuvo a punto de hacer “clic” y desaparecer por siempre, cuando él preguntó algo. Ya no sabe exactamente lo que charlaron pero sí recuerda esa sensación de “estar en casa”. Perdidos como estaban, se contaron sus historias, tristes, eso sí. Intercambiaron teléfonos. Él llamó enseguida y amanecieron cobijados por un espejismo. Quedaron ese mismo día, las ganas apremiaban. Pasaba del mediodía y él tocó a la puerta. No hubo flechazos. Con timidez, le ofreció un disco de regalo y contó una historia; a ella le pareció un lindo detalle. Después vino el silencio. Él tomó la iniciativa y se lanzaron al abismo. Varios intentos, los fantasmas de ambos se cruzaban. Finalmente, se durmieron abrazados. Despertaron más tarde y aunque lograron volar, fue evidente la lejanía —nunca llenes vacíos a la fuerza. Derrotados, se despidieron con un beso.

Ella mira el disco entre sus manos. Lo pone en el reproductor, la música es preciosa. Sonríe. No recuerda el nombre ni la cara; nunca volvieron a verse. Lamenta no haberle dado las gracias. Desde ese día, cada vez que quiere apresurar al corazón, evoca los recuerdos y escucha aquel disco… para jamás olvidar que el desamor es un trago amargo y difícil de pasar.

© i n i m i n i (2010), Solid en:
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viernes, 14 de enero de 2011

Amar es más que verbo


¿Cuántas veces te has asomado a la calle buscando algo que no sabes qué es? Te reflejas en algunos rostros, en el fondo de las copas de vino, en los amaneceres. Sin que seas consciente, vas por la vida sin rumbo fijo aunque aparentes otra cosa. Eres reconocido en tu profesión, ganas premios, recibes múltiples alabanzas, tienes lo que parece una vida feliz y plena. Pero pasas los días perdido e incompleto, incómodo, solo. Supones que las nimiedades de lo cotidiano impiden tu concentración. Te engañas por soberbio. La realidad es otra: te acorazaste y tu alma quedó vacía; creíste que amar, nomás era un verbo.

© Pino Carrola (2010), Y rema en espiral, en:
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lunes, 10 de enero de 2011

sábado, 8 de enero de 2011

Atemporal


Al llegar, la casa parece vacía —tú sabes que está llena—. Los rayos de sol entran con timidez por las rendijas de las persianas, acariciando todo lo que tocan, tu piel percibe la calidez del espacio donde el tiempo no existe —es maravilloso estar de vuelta—. De las paredes, cuelgan los recuerdos en blanco y negro. Si pones atención, oyes las conversaciones que, con los años, guardaron las alfombras y los muebles. En tu recorrido por las habitaciones encuentras distintos estados de ánimo coloreados por la nostalgia. Las carcajadas y los llantos se arremolinan como corrientes a tu paso. Los sueños forman telarañas en las ventanas mientras que los gritos, quedaron suspendidos en algunas esquinas del techo —el verlos así te hace gracia—. Todo es luz y sombras, tu silueta se pierde en el espacio y sientes que tu cuerpo no es más que una colección de retazos. El crujir de la madera del piso haría pensar que la casa está habitada: son las pisadas que, en medio del silencio, anuncian tu presencia. Te detienes y miras hacia los lados esperando que los fantasmas irrumpan en escena pero tu deseo es en vano, aquí no hay nadie. Decepcionado, suspiras y tomas la llave. Abres la puerta y al salir, cierras con cuidado. Sonríes. Eso de poder visitar tu pasado en cualquier momento, empieza a gustarte.

© copepodo (2007), Cerradura en Frómista, Palencia, Castilla y León, España en:
http://www.flickr.com/photos/copepodo/471576291/

lunes, 3 de enero de 2011

Un día cualquiera

¡Quiquiriquí! Tic-tac. Pío pío. Tic-tac-tic-riiiiin. Pío, pío. Tolón, tolón, tolón. Rrrrrrrrrrrum. Glú, glú, glú. ¡Ah! Ssss, ¡pac!, ñam, ñam. Plic, ploc, shhhhhhh, lalalá, shhhhhhh, ploc. Guasha, guasha, guasha, grrr, ¡pt! Grrr, ¡pt! Tac tac tac tac. Clac. Tac tac tac, taaac, taaac, taaac, taaac, tac tac tac, taaac, taaac, taaac, taaac, tac tac tac. Guau guau. ¡Pac! Clic. Run, run, ruuuuuuun, bip, bip. Ruuuuun, ¡iiiiiihhh! Tú-ru-tú-ru-tú-ru, ruuuuuuun. Clic. ¡Pac! Tac tac tac tac. Toc, toc. Tac tac tac. Taka, taka, taka, taka, cling, taka, taka, taka, taka, cling, taka, taka, taka, taka, cling, taka, taka, taka, taka, cling. ¡Ring! Blá, blá, blá. Taka, taka, taka, taka, cling, taka, taka, taka, taka, cling. Tac tac tac, glú, glú. Taka, taka, taka, taka, cling, ¡ring! Blá, blá, taka, taka, taka, taka, cling. Tac, tac, tac, tac, tac. ¡Pac! Clic. Run, ruuuuuun, ruuuuuun, ruuuuun. Bip, bop, bip, bip, booooop. Ruuuuuuuuun. Clic. ¡Pac! Ding-dong. ¡Aaaah, smuack! Chin chin. ¡Mmmmm! Ñom, ñam, ñam, glú, glú, glú, ñem. ¡Mmmmmmm! Blá, blá, blá, blá, blá. ¡Smuak! ¡Pac! Clic. Run, ruuuuun, ruuuuun. Plip, plop, ¡barrummmmmm! Plop, plip, ¡barrummmm! Shhhhhhhhhhhh. ¡Splash! Runnn, ¡splash!, ruuun. Clic. ¡Pac! ¡Brrrrr! Tac tac tac. ¡Achú! Tac, tac, tac, taaac, taaac, taaac, taaac, tac tac tac, taaac, taaac, taaac, taaac, tac tac tac. Clac. ¡Achú! Glú, glú, ñam, ñam, glú, glú. Tic, tac, tic, tac. ¡Bzzzzzz, ouch! Tic, tac, tic, tac. Zzzzzz.

sábado, 1 de enero de 2011

Las pequeñas cosas


Amanece.
Trémula luz de un año que casi ni hemos estrenado.
Ella se peina ante la ventana, los minutos escurren despacio.
Una lluvia ligera empapa los corazones de los transeúntes. Él no lleva paraguas —en esta época no suele llover—, se cubre como puede la cara con el sombrero. El agua trasmina el saco. Tiene frío.
A lo lejos, despierta el zumbido de la avenida. Aquí dentro, todavía los gatos están dormidos bajo las mantas de la cama. Hora de hacer café. Suspira.
Sube al autobús y se acomoda en el primer sitio libre, junto a una señora que lleva sobre sus piernas la bolsa de la compra en el mercado. Berros y zanahorias la delatan.
El chofer del autobús sonríe al recordar la cara de felicidad de su hija con la bicicleta roja.
—Hay poca gente en la calle— piensa, como si de verdad le asombrara. Luego, el frío se le pega a la espalda, parece que lo abraza. Le fastidia estar mojado.
Contempla cómo el agua comienza a hervir. Queda absorta por el burbujeo hasta que un timbre de teléfono de algún vecino la devuelve a la realidad. Pone tres cucharadas de café y cuando va a cerrar el tarro, decide poner una más.
El autobús trepida en sus entrañas; no se mueve. El semáforo demora una eternidad en cambiar al verde.
El aroma del café invade la casa. Uno de los gatos ha despertado y viene a ronronear hasta sus piernas, cubiertas de franela.
Un viejo sube al autobús. Se parece a su padre. —Lo llamaré más tarde— se dice a sí mismo en forma de promesa. La mujer a su lado lo mira con desconfianza: parece un loco hablando solo.
Oye los pasos sigilosos del hombre del periódico por la escalera. Mira el reloj para comprobar la hora. —Sí— susurra —ha llegado temprano el día de hoy—. Y vuelve a la ventana. Al primer sorbo de café, sus ojos se abren: ha despertado. Más allá, oye como el gato rasca la arena en la cocina.
Un autobús se detiene en la acera de enfrente. Una flor amarilla que asoma por el asfalto. Se apea un hombre que parece mojado.
Sin saber muy bien por qué, él voltea hacia una ventana donde la ve, como un fantasma sosteniendo una taza en sus manos.
Se miran un instante que parece eterno.
Luego, él retoma su camino y desaparece tras dar vuelta en la esquina.
Ella lo sigue con los ojos, hasta perderlo.
El sol se asoma por el horizonte.
El año ha comenzado.


© jam343 (2004), Sin título de:
http://www.flickr.com/photos/jam343/1703693/