Tendría cinco o seis años. El árbol, con sus treinta ramitas plateadas, estaba encima de la mesa de la sala y de cada una de ellas colgaba un muñequito de tela. La luz se anunciaba a través de las cortinas de la sala y ahí, entre las sombras, la ví. Nunca recibí tan alegre un regalo: era una bicicleta roja ¡con rueditas! que todavía vive en mi corazón y con la que anduve feliz muchos días por la banqueta de Reforma, como aquella mañana de 6 de enero. ¡Felices Reyes!
6 comentarios:
Yo me quedé despierta hasta tarde, pero sólo me trajeron el recuerdo de una mágica noche del año 77, cuando claramente oí como abrian la puerta y chancleaban en la sala de mi casa.
Mara: nos estás dejando una historia inconclusa... and then? Besos.
Ay, Paloma... mirá vos... Tenía 9 o 10 años, volví de veranear con una amiga y mis padres me esperaban con lo que me habían dejado los Reyes en casa: una bicicleta roja (sin rueditas porque ya había aprendido a andar, en una verde, más chica, heredada). ¡Son lindos esos recuerdos! Besote
Así que tú iniciaste en la verde y luego con la roja... ¡qué curiosidades! Lindos, por supuesto, te mando muchos besos.
Hermoso y feliz recuerdo que te recupera niña o que te enaltece lo más niña que sos. Esa bici ahora tiene alas. Y a mí me dejó un gusto muy dulce al pasar por la rambla de mi infancia.
Que tengas un hermoso fin de semana.
Un beso con rueditas.
Desde mi bici con alas, te envío un abrazo muy grande y muchos besos, Máximo.
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