miércoles, 8 de octubre de 2008

Danzón a cuatro tiempos o la importancia de llamarse Ernesto

Primer tiempo
Para que ocurra un encuentro, se necesitan muchas piezas en el tablero. Algunas de ellas, están regidas por la casualidad, tal fue mi caso y otras, como parte de un camino, tal era el caso de él. Estuve a punto de no ir, aunque ganas no me faltaban y si la curiosidad mató al gato, quién sabe qué puede hacerle a una paloma. Lo decidí casi al momento y me enfilé hacia el encuentro con mi propia historia.

Segundo tiempo
Ya lo decía la canción “…quién dijo que todo está perdido…” pero yo nomás no quería creerle. En la vida de cualquiera existen esos instantes supremos en los que no se sabe de qué va la cosa, pero como nos agarran desprevenidos, el corazón se desbalancea y no hay nada más que hacer. Porque, como pasa con Gwendolen, sin conocerle se le quiere únicamente por llamarse Ernesto. Yo pensé que era normal que eso me hubiese ocurrido en el pasado, pero ahora sé que me equivoqué.

Tercer tiempo
Llegué y la música sonaba, apenas como una sugerencia o como un rompecabezas cuando empieza a armarse. Esa rara sensación que ocurre cuando no conoces a nadie y sientes que invades otro territorio, otro mundo que nunca antes habías pisado. Callada, tímida y sin siquiera haberme arreglado un poco, tipo noquieroquenadiemevea, me senté en un rinconcito. Él se presentó solito y la luz de su sonrisa iluminó aquella tarde de octubre. Hubo un click suavecito, que poco a poco, se transformó en clack conforme discurrían los minutos y las horas.

Cuarto tiempo
Muy a la carrera, nos dimos varios abrazos de despedida, como quien no quiere irse y tiene que, forzado, emprender el vuelo. Intercambiamos números telefónicos, no se bien por qué. Probablemente, nunca lo vuelva a ver, a pesar de mis pesares. Pero ese algo que vibró dentro de mí hace que no pueda dejarlo pasar desapercibido. Así que sin dudarlo un momento, le dedico este danzón para la gloria y para el fuego…

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Iba a quedarme sin comentar, pero por lo visto octubre es un buen mes para los ánimos en varios rincones de la blogósfera. Bravo por eso y por este texto gozoso.

Un aplauso también por la frecuencia de los textos, que ponen un ejemplo difícil de alcanzar. De superar, ni hablemos.

Abrazo.

Paloma Zubieta López dijo...

¿Será la luna que en octubre es más bonita?

La frecuencia de los textos es el resultado de muchos sucesos que se conjuntan luego de un ciclo de siete años, y que tuve la oportunidad de no dejar pasar. Eso sí, el susto de que se acabe la vena existe, pero de momento hago como que no lo se y he dejado a un lado muchas otras cosas por materializar toda la vaina que me va explotando dentro porque creo que eso es lo que me tocaba...

Un abrazotote y gracias, de nuez, por todo.

Gwynette dijo...

Me ha encantado la narración. No sé si es real o imaginada, pero la encuentro muy cálida y positiva...:-)

Besitos, Paloma

Paloma Zubieta López dijo...

Gwynette querida: la respuesta está en la etiqueta... ;^D

Es un gusto tenerte por acá de nuevo, gracias y besos mil.

el7palabras dijo...

Difícil hasta de mantener el paso y leerlo como dios manda.
Y saborearlo, paladearlo.

Que no se espante, que no se espante; déjala fluir que acá andamos.

Paloma Zubieta López dijo...

Si yo te contara mi siete... pero no te cuento porque perdería la gracia y el suspenso... Y que siga el feliz octubre, o no? Besos.