Todos los días, al volver de la escuela, el muchacho se detenía a la orilla del lago para lanzar guijarros pues le gustaba ver cómo rebotaban varias veces antes de hundirse, dependiendo del impulso.
Una tarde, el comisario del pueblo encontró al muchacho sepultado bajo una montaña de guijarros. Hubo una investigación y se determinó que la muerte era a causa de los innumerables golpes que había recibido en la cabeza. Nadie entendió cómo había podido suceder algo tan espantoso pero por precaución, se colocó un letrero delante del lago para advertir que estaba prohibido tirar piedras o guijarros.
El lago quedó aliviado al comprobar que su venganza había dado resultado.
© Marisadechile (2008), Borde Lago Llanquihue, Puerto Varas – Chile en:
http://www.panoramio.com/photo/62414
6 comentarios:
Siempre lo he dicho: el agua es un ente temible… mas cuando se la encuentra en grandes concentraciones!
Magnifico, Palomita!
A partir de entonces, la pandilla de ondinas puso mayor cuidado para peinar los celestes rizos de su anfitrión, pues la vanidad reclama algún arte mayor que la fotografía forense.
Hola, Paloma.
Pensar que en mis tiempos de escuela también tenia el mismo pasatiempo.
Muy bueno.
Saludos!
Mi queridísima Pelusa: tiene usted mucha razón, no hay que fiarse ni un pelo... un placer tenerte por acá de vuelta, besos.
Don Ivanius: tétrica yo, forénsico usted... jajaja... de veras que estamos conectados, vaya un beso grande pa' allá.
¡Hola Javier! ¿Tenías ese pasatiempo? ¡Qué miedo! *risitas* Menos mal que lo has dejado... espero, un abrazote y gracias, como siempre, por pasar.
¿no es demasiado fuerte esa venganza del lago? ¿no le vastaba con un susto? pobre niño. Un saludo
¡Hola Casía! Sip, se me pasó la mano con la venganza esta vez; de cualquier manera, agradezco tu comentario. Un abrazo de acá.
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