Esta vez no habría equivocaciones, nada quedaría al azar. Sabía que los siguientes minutos eran determinantes cuando se sentó frente al monitor. Seleccionó hombre alto, atractivo, inteligente, sensible, responsable, sensual, con un gran sentido del humor, cariñoso, honesto, etc. Llegado el momento de pulsar el botón que materializaría su pedido, suspiró nerviosa. Voilà! El sueño se cumplió y fue una noche inolvidable, la mejor de su vida. A la mañana siguiente, descubrió un error fatal: no había marcado la opción de guardar. Pasó el resto de sus días con frustración, tratando de repetir el algoritmo.
Imagen que acompaña en:
http://ceisuss.files.wordpress.com/2008/11/the-red-button.jpg
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4 comentarios:
Y lo descubrio? Se puede acceder a el?
Nop, nunca lo descubrió... es otra de las tantas anécdotas que nos recuerdan a Penélope, la del banquito. Una lástima...
Por eso los lenguajes de programación no siempre son buen objeto de estudio para los programadores, y sí resultan ser material de aprendizaje para los psicólogos. Aunque descifrar las líneas de código suele ser sólo un poco más complicado.
No sólo para los sicólogos, don... francamente, creo que su visión de complejidad es acertada y que en muchos casos, el peor enemigo es la mente, muchos besos (se le extrañaba).
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