miércoles, 12 de noviembre de 2008

Tres cuentas de collar

Me iré despacio un amanecer
que el sol vendrá a buscarme temprano.
Me iré desnudo, como llegué.
Lo que me diste cabe en mi mano.
"Cuando me vaya" de Joan Manuel Serrat

Una


Ella decidió dejarlo en primavera. Le parecía que aquella estación prometía nuevos aires que le harían más suave el tránsito al nuevo estado. Sabía que había llegado a un punto en el que mirar atrás no servía de nada y que en lo cotidiano, no existían razones para quedarse. Le costó mucho el decidirlo pues la fuerza de la costumbre se imponía y el miedo a enfrentar las cosas de otra manera la subyugaba, pero como el vivir lo mismo repetido le producía hastío, fue lo que escogió. Despacio y sin arrebatos, fue arrimando los recuerdos para no dejar ninguno y comprobó que eran muy pocos, menos de los que había imaginado. Se dió cuenta de que las paredes de la casa nunca habían contado historias de vida, sino de ausencias. No sufrió ninguna desilusión porque muy dentro de sí, lo sabía desde siempre a pesar de que no se hubiese decidido a reconocerlo. Contaba, no los días, sino las horas y los minutos que pasaban con tal de saberse más cerca del esperado momento. Cuando sólo faltaba una luna para cambiar la hoja del calendario, hizo su equipaje y se sentó a esperar en el borde de la cama. El alba despuntaba y quiso levantarse, fue entonces cuando descubrió que le habían salido raíces hacia el suelo y no podía moverse. Ella decidió dejarlo en primavera, pero esa vez, tampoco consiguió hacerlo.

Dos

Ella le quiere de verdad. Sabe que en los últimos tiempos, las cosas se han complicado para ambos y, a pesar de todo, sigue luchando. Las distancias no le ayudan mucho, pero insiste por tanto amor y cariño acumulados con el paso de los años. Sin contar las barreras que en algún momento puso por el miedo a enamorarse de verdad, hoy se entrega con todo y se la juega por completo pues sabe que vale la pena. Sin embargo, un día se quedó esperando y pasó un mes y él, que prometía llegar, no vino. Nada que una llamada telefónica no arreglara y en la que dilucidó que todo seguía como antes. Pasaron las semanas y la línea telefónica se fue enfriando cuando ella más lo necesitaba. Hubo un día en que el teléfono dejó de sonar y aunque ella seguía, día tras día, esperando el timbre, el cacharro continuaba mudo. Comenzó a preguntarse si tanto amor tenía sentido, si, como decía Rosario, el amor debería serlo todo a pesar de las circunstancias. Con dos canastas, hizo una balanza para pesar los frutos del amor contra las inconsistencias y descubrió el lado que contaba más. Luego de eso, tomó su decisión inapelable, puso sus cosas en un hatillo y se fue con su amor hacia otra parte.

Tres

Ella pensó que nunca podría volver a encontrar a alguien a quien amase más. Se equivocó y fue el tiempo el que se lo demostró, con mucho pesar de por medio. Nunca hubo platos rotos, lo que se quebró estaba más adentro y no hacía ruido, sólo generaba abismos insondeables entre dos personas. Ella se subió a la barca del olvido pero las corrientes le fueron adversas y demoró en alejarse. Pasaron varios años cuando un buen día, se sintió distinta y más ligera. Con miedo de arrepentirse, leyó los recuerdos de papel guardados y se dio cuenta de que habían perdido su significado. Se miró extraña en aquellas líneas y se sorprendió de alguna vez haber logrado sentir todo eso por un hombre que no valía la pena. Le pareció una jugarreta de la vida que había quedado por fin, hueca y vacía. Tiró todo a la basura y con una gran sonrisa en la cara, empezó de nuevo. Nunca un fin tuvo tan buen comienzo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustó sobre todo el final. Para mí (hasta ahora) lo mejor de las historias que vivo no es descubrir en qué (y por cuánto tiempo) me he sumergido, sino lograr que esas vivencias me enseñen, como dice Alfonso Reyes, "a salir cada mañana, buzo de mí mismo, sin siquiera una alga enredada en los cabellos". Por eso cada instante es mágico: porque debe serlo.

Paloma Zubieta López dijo...

Ivanius querido: tan agudo como siempre, justo el quid de la cuestión era el desarrollo de las cosas y las actitudes ante los sucesos que muy rápido pescaste. Me encanta lo de la magia, lo voy a apuntar en la piel pa' que no se me olvide. Besos.

Mara Jiménez dijo...

¿Por qué se me escondió este post? Me fui de Saudades a las alergias de Nico y recién lo descubro. De pronto nos pasaron los días de la luna llena, juro que el martes o el miercoles fue luna llena, y alcanzamos casi el grado de cadaver exquisito entre varias bloggers. Palomita, y tan exquisitas son tus finas joyas como tu alma, estas son tres gemas engarzadas y la que las porta con orgullo: Tú.

Paloma Zubieta López dijo...

Este post se te escondió porque como reseteé la máquina, todavía no tengo procesador de textos y escribo a ratitos, sobre la pantalla del blog; como lo acabé de escribir luego de lo de Nico pero lo empecé antes, el sistema lo considera como anterior a Nico. En fin, un desmadre.
Uy, ese grado se me antoja, intentaremos llegar la siguiente luna llena. Por fortuna, salvo una, el resto de las joyas las tomé prestadas pero eso sí, las llevo con orgullo, como bien dices. Besos de acá.