domingo, 2 de noviembre de 2008

Historia de la bruja y su maleta de ranas

Para todas las ranas queridas que ya llevo en mi maleta
La noche caía en el camino a casa cuando de pronto oí que alguien cantaba, un son de mis favoritos, cerca del margen del río y resolví acercarme. Fue entonces cuando la vi. Era bajita y su pelo blanco asomaba bajo un sombrero negro y puntiagudo. Se quedó inmóvil cuando se percató de mi presencia, pudiera decirse que hasta conseguí asustarla. La saludé como si la conociera y ella pareció bajar la guardia. Sus ojitos brillaron cuando por fin habló y me preguntó que qué hacía yo ahí a esas horas. Pensé que más bien, era yo quien debía formular esa pregunta, pero le respondí que su cantar me había llamado la atención. No sé si lo creyó o no, pero a continuación me pidió que la ayudara a cargar su maleta dado que ya estaba ahí. Cuando la agarré, me sorprendió lo pesada que estaba, pero aún así logré llevarla hacia donde me indicó, junto al río. Entonces quiso despacharme, pero yo no estaba dispuesta a irme, así que con una mueca de desagrado me indicó que me hiciera para atrás. Con mucho sigilo, sacó una llavecita de su bolsillo y abrió la maleta. De inmediato, un intenso griterío llenó la noche. Tardé en identificar lo que eran esas sombras que se encaminaban al río. Estuve a punto de abrir la boca pero ella me indicó que callara. Y así, entre las sombras, vi salir una inmensa hilera de ranas, una tras otra, que se perdía bajo el agua del río. Cuando terminaron de salir, me contó las historias de algunas de ellas.
Era un mundo inmenso de ranas. Unas provenientes de lugares tan lejanos como Canadá, España, Cuba y Francia, otras de más cerquita como San Cristóbal y Ensenada. Habían estudiado biología, otras, fotografía, y otras más, se dedicaban a la actuación o al reportaje; había incluso, aquellas que jugaban al gotcha. Había ranas diestras en percusiones, en guitarra, en violín o en composición, otras en matemáticas; eran ranas escritoras, filósofas y politólogas, otras simplemente, soñaban y a unas más, les gustaba pintarse las uñas. Ranas que bailaban samba o que eran equilibristas, ranas lectoras, ranas futboleras, ranas que andaban en bicicleta y hasta las que leían las cartas. Unas sabían de ambulancias y medicina, otras de derecho y filosofía, otras de computación y economía y, unas más, apenas estaban decidiendo su futuro. Ranas vegetarianas, ranas que tomaban whiskey o cerveza, ranas a las que la cebolla no les gustaba y hasta alérgicas a la berenjena. También había ranas pequeñitas que dibujaban, que cantaban y que jugaban casi todo el tiempo; esas eran las que más ruido hacían, me explicó.
Estuve ahí, durante horas escuchando la historia de muchas ranas mientras observaba que los labios de aquella mujer extraña se iban poniendo azules y la respiración le fallaba. Su voz se fue extinguiendo hasta volverse un murmullo que no alcanzaba a descifrar. Cuando los primeros rayos del sol comenzaron a asomar, sacó del bolsillo con mucho trabajo una campanita y la hizo sonar. Al instante, la marabunta de ranas nos cercó y en forma caótica, comenzó a brincar hacia la maleta. Estaba absorta viendo el ranerío hasta que de pronto, oí de nuevo su voz, tan clara y fuerte como al inicio. Se despidió de mí y me pidió que por favor guardara su secreto. Debí poner cara de que no entendía por lo que, cuando la última rana había entrado en la maleta, comenzó a cerrarla y a explicarme que esas ranas eran las que le permitían recobrar fuerzas porque le transmitían toda su vitalidad. Agarró la maleta como si no pesara y con una sonrisa, me contó que las dejaba salir para que se divirtieran un rato porque por ser tan inquietas, era difícil mantenerlas siempre en la maleta, pero que a fin de cuentas, cada una de ellas era un pedacito de su corazón y que cuando se alejaban, ella comenzaba a morirse de tanta tristeza.
Y como si fuera magia, de pronto agarró su escoba y se fue volando con la maleta a cuestas. La vi perderse en el horizonte mientras todavía alcanzaba a oír el croar de las ranas. Después volví a casa mientras el cielo clareaba y deseé, algún día, tener también mi propia maleta de ranas para ser tan feliz.

12 comentarios:

Mara Jiménez dijo...

Con una sola rana, con una ranita pequeñita basta para empujar con la fuerza de Arlas al mundo entero. Te lo digo, que he sido capaz de voltear al mundo de cabeza por esta solita rana que cargo en el bolsillo de mi pantalón. Y sé, que sólo me prestaron, sé que algún día, se va a ir.

Paloma Zubieta López dijo...

Marísima: también lo se, por eso llevo tantas en mi maleta, para que no se me escapen, besos mil.

Victor Gayol dijo...

En este pueblo las ranas llueven de tal manera que la temporada de lluvias se conoce como la temporada de ranas.
¿Será la bruja que abre la maleta mientras vuela?

Paloma Zubieta López dijo...

¡Carcajada! No lo sabía, pero ten por seguro que así es... Procuraré avisar a la bruja del desperfecto en la chapa en la maleta. Muchos besos.

Ramón Arista Reyes dijo...

Parece que fue ayer... y no siquiera como explicarlo... talvez con una frase ya "publicada"... "tu vena litearia ha explotado" en luces de mil colores y formas... y ahora (casi puedo asegurarlo) resulta que que puedo verme (como batracio)en uno de esos espejos maravillos que giran alrededor del cosmos que te sostiene... y ... acaso sera... que la bruja es Sam... y que tambien ella gravita fuertemente en otras galaxias con otros espejos, luces y formas...
En fin... solo me atrevere a enviarte una felicitacion, un saludo, muchos besos y un gran abrazo por esta magnifica manifestacion de tu creatividad literaria en este medio Blog-electronico...

Paloma Zubieta López dijo...

Ramón del alma, no me llegan palabras a la boca, sólo tengo aquella sonrisa en la cara que bien conoces. Me da un gusto terrible saberte también por aquí, hacías falta, y justo ahora, me acordé de aquella sociedad y el tercer piso de la biblioteca. Besos infinitos,

Sam.

Anónimo dijo...

Las palabras, no las personas, son mis ranas. O a lo mejor sí son personas-personajes, como Tom Sawyer, Nils, Mowgli, Allan, Gandalf, Sherlock, D'Artagnan (más bien Porthos o Aramis), las hermanas March, Alicia y el Sombrerero, Shatterhand, Miguel Strogoff, mi inolvidable Gabriel Syme y el incorregible Azazel, entre muchos otros... sin olvidar, por supuesto, al Caballero Desheredado.
Las demás ranas y sapos no las guardo en mi maleta: departen y comparten, al calor de brebajes, cuartillas y cazuelas, con este chanchosapo en que la vida me ha convertido. De esos gozos, también, está hecha la vida.
Abrazo.

Paloma Zubieta López dijo...

Cada quien sus ranas, querido Ivanius. Las mías son mis alumnos aunque tampoco dije que en la maleta sólo fueran exclusivamente ranas... Me gustó su maleta y lo de los aquelarres, por cierto, quedó uno en el tintero al que le tengo muchas ganas. La vida está llena de innumerables gozos, por fortuna, aunque a ratos no nos lo parezca. Un muy fuerte abrazo y besos.

LicCARPILAGO dijo...

batracia pluralidad... que bonito.

la esencia de la diversidad que nos complementa como unicos que somos contenidos en un todo.

todos nos aportan y nosotros les aportamos a todos.

que greagarios...jejeje

Paloma Zubieta López dijo...

Efectivamente, es de gregarismos y pluralidades. Captó usted la esencia, celebro su visita, saludos.

Geraldo Maia dijo...

Hola Paloma,
És un grande placer estar visitando tu agradable y interessante blog.
Saludos desde Brazil:
Geraldo

Paloma Zubieta López dijo...

Oi Geraldo!!! O prazer é td meu! Qué legal ficar sabendo que vc gostou e mais ainda, qdo eu tó namorada mesmo do seu país. Fique a vontade sempre aquí, seja sempre bemvindo e lembre-se que as portas estarao sempre apertas pra vc. Seu espanhol é ótimo, parabens. Beijao e até mais!