sábado, 1 de noviembre de 2008

Entre jalogüines y desconexiones

La red me niega el acceso como si fuera una prófuga de la justicia cada vez que hago un intento. No hay manera de entrar así que hasta nuevo aviso, no podré comunicarme. En este día en que se cuenta que se abren algunas puertas, a mí me parece que se cierran.
Ayer logré enloquecer con toda la parafernalia del jalogüin y eso que estuve poco en la calle. Me sorprende y me pesa cómo cada vez es menos lo nuestro y más lo de allá, de más al norte. Y eso que de verdad siento que es divertido el disfrazarse. En la mañana me emocioné al dar clases a un grupo de muertos-vivos, ángeles y otros demonios raníferos a quienes tomé esta foto que acompaña. Luego, conforme el día fue avanzando, los disfraces fueron pareciendo cada vez más vanos, más ajenos, más artificiales y menos gozosos o disfrutables, y acabé casi alucinándolos cuando a la salida de un estacionamiento me atajó un grupo de madres muy jóvenes con el triple de hijos disfrazados y casi me forzaron a cooperarles en sus calabacitas de plástico, no a uno, sino a todos los retoños. ¡Ah, pero fíjese usté que no, que ni traigo tanto así! Y cuasi me respondieron que no ching… y que me pusiera las pilas con mi donación porque ESO era lo que hacía FELIZ a los niños. ¡Hágame usté el favor!
Así que por la nuit rayando la madrugada, cuando logré aterrizar en casa luego de tanto sinsentido, porque había sido un día cansado y difícil a pesar de aquel beso matutino que tan bien me supo, me cayó el chahuiztle y mi conexión de red me mandó a la dimensión de mucho más allá sin dejar que me conectara. Y ahí me tienen, arreglando por teléfono el desperfecto para que, luego de una conversación de casi tres cuartos de hora, la reina me dijera que era un problema de la línea y que tardarían en checarlo-arreglarlo entre 12 y 72 horas. Y claro, ese tiempo corre y yo me desespero porque no veo que pase nada; paciencia con los servicios que dicen llamarse “de primera”.
Tendré que, como mínimo, ponerme a leer un poco en papel, que buena falta hace ahora que han caído cuatro ladrillos inmensos de ciencia ficción que Pablo recetó. No los tenía en el mapa de lectura y en mi mesita de noche hay muchas otras cosas pendientes, pero fue tal la emoción con la que me dio los libros, que tengo urgencia de atacar el asunto. Eso sí, no puedo olvidarme de pasar por el pan de muerto para mi ofrenda que ya está listísima (aquellas fotos siguen sin aparecer). En fin, que hoy hay mucho por hacer por muy desconectada que parezca, pero si logran leerme, será que algo conseguí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Imagínate si les hubieras dicho a las "super conscientes mamás jalogüineras" que los disfraces naranja y negro, las máscaras de cartón o hule chafa y las insoportables calabacitas de plástico no les dan derecho a molestar a los desconocidos como si en vez de mamás fueran limosneras, y que mejor hubieran hecho una fiesta de disfraces con premios para los más ingeniosos, como (por lo menos a mí) me tocó cuando era niño (y no tan niño).

Paloma Zubieta López dijo...

Làstima que no se me ocurrió. A decir verdad, tan se me atoró el numerito que ni supe qué decir y nomás seguí de largo. Gracias de cualquier manera por el "punch", besos.