Mis manos huelen a polvo. Me he tirado un clavado al pasado buscando al abuelo Pepe, que se ha escondido así de pronto y no se deja encontrar. Sin embargo, mientras miro todas estas fotos, en mi cabeza pululan muchos recuerdos que forman parte de la propia historia. De pronto me aproximo a la captura del instante que ya no está, que se vierte en un pedazo de papel y lo siento vibrante sin haberlo acaso presenciado. A la niña que llevo dentro y que a últimas fechas se pasea frente a mí descaradamente, le gusta sentarse a escuchar historias y se pierde en ellas, embelesada. Me cuesta trabajo traerla de vuelta cada que se fuga y hacerle entender que, pese a todo, también existe el presente. A fin de cuentas, como alguien bien me decía apenas ayer, no existe el yo si no es en el aquí y el ahora porque el yo, nunca puede irse a otra parte; parece que he encontrado un guía espiritual.
De veras que me sabe mal no encontrar dos fotos que ando buscando y estoy segura que no fueron a ningún lado. Tal vez si les doy un tiempo aparezcan solas, así que me he puesto a escribir, mientras tanto. Todo lo que soy de paciente para unas cosas lo soy de desesperada para otras. Es como si en el disco duro no me hubiesen cargado con toda la paleta de grises y tuviese que conformarme con un sistema binario que me resta posibilidades, o al menos, eso me parece. Con el paso de los años he aprendido algo de técnica cromática y puedo presumir al ser un poco más multicolor, menos mal. La vida me enseña una y otra vez que el ser vértigo no siempre funciona, pero vuelvo a tropezarme y vivo en medio de ráfagas alternadas con periodos de quietud extrema. Soy como el grifo del lavabo que a últimas fechas, está como en huelga y deja salir el agua cuando le da la gana. El problema es que yo no lo decido, tan sólo me sucede a veces en momentos adecuados y otros, en los más inoportunos. He aprendido a vivir con ello y con otras muchas cosas más.
La casa huele a nardos y a cempasúchil en esta época de muertos y de vivos que comparten y que se emocionan, por decirlo en presente, con las mismas cosas. Eso de tener un espíritu mestizo, como apuntaba Mara, tiene también sus ventajas: somos los más adaptables ante diversas circunstancias. Hace años, resolví que las tradiciones eran mi suelo, así que procuro mantenerlas y arroparlas para que sigan vivas, para que funcionen como faros que iluminan mi camino en los días aciagos y también, por qué no, en los felices. Hoy es día feliz de recuerdos y búsquedas en el pasado, y el abuelo Pepe no aparece. Por fortuna, entre tanta foto, encontré otra que puede sustituir a aquella que siempre traigo a la fiesta; por el momento, tendré que conformarme mientras dentro de mí se agitan aires de batalla con la vida y me pregunto si será que el abuelo está enojado conmigo o simplemente, se hartó de mi tradición que, a decir verdad, nunca fue la suya por muy mexicanizado que estuviese. Ni modo, estas cosas pasan cuando menos te lo esperas.
De veras que me sabe mal no encontrar dos fotos que ando buscando y estoy segura que no fueron a ningún lado. Tal vez si les doy un tiempo aparezcan solas, así que me he puesto a escribir, mientras tanto. Todo lo que soy de paciente para unas cosas lo soy de desesperada para otras. Es como si en el disco duro no me hubiesen cargado con toda la paleta de grises y tuviese que conformarme con un sistema binario que me resta posibilidades, o al menos, eso me parece. Con el paso de los años he aprendido algo de técnica cromática y puedo presumir al ser un poco más multicolor, menos mal. La vida me enseña una y otra vez que el ser vértigo no siempre funciona, pero vuelvo a tropezarme y vivo en medio de ráfagas alternadas con periodos de quietud extrema. Soy como el grifo del lavabo que a últimas fechas, está como en huelga y deja salir el agua cuando le da la gana. El problema es que yo no lo decido, tan sólo me sucede a veces en momentos adecuados y otros, en los más inoportunos. He aprendido a vivir con ello y con otras muchas cosas más.
La casa huele a nardos y a cempasúchil en esta época de muertos y de vivos que comparten y que se emocionan, por decirlo en presente, con las mismas cosas. Eso de tener un espíritu mestizo, como apuntaba Mara, tiene también sus ventajas: somos los más adaptables ante diversas circunstancias. Hace años, resolví que las tradiciones eran mi suelo, así que procuro mantenerlas y arroparlas para que sigan vivas, para que funcionen como faros que iluminan mi camino en los días aciagos y también, por qué no, en los felices. Hoy es día feliz de recuerdos y búsquedas en el pasado, y el abuelo Pepe no aparece. Por fortuna, entre tanta foto, encontré otra que puede sustituir a aquella que siempre traigo a la fiesta; por el momento, tendré que conformarme mientras dentro de mí se agitan aires de batalla con la vida y me pregunto si será que el abuelo está enojado conmigo o simplemente, se hartó de mi tradición que, a decir verdad, nunca fue la suya por muy mexicanizado que estuviese. Ni modo, estas cosas pasan cuando menos te lo esperas.
8 comentarios:
Parece que nuestro café matutino se prolongó por el resto de la tarde y del día. Yo me fuí contigo a buscar fotos y tu veniste a ayudarnos con la ofrenda caserita. Entro a publicar, veo tu nueva entrada y ¡ZAZ! De verdad que el retorno por los pasos andados de nuestras vidas resumidas en una terraza, surte efectos similares en espíritus afines. ¿Coincidencia? No lo creo... ¿y tú?
Tampoco lo creo querida, son los ríos que mientras van andando montes se van juntando. ¡Qué genial intercambio! Deberíamos institucionalizarlo (total, ahora llego hasta con los ojos cerrados, carcajada) porque además, nos quedó mucho en el tintero. Te mando muchérrimos arrumacos y besitos y voy a darte una vuelta al blog.
La casa mía también se llena de olores, especialmente de aromas y condimentos, que animan a experimentar en busca de la magia de quienes me los enseñaron. Ahora también estoy en la tarea de rescatar esos descendientes de Daguerre que se hacen amarillos y se resquebrajan, a pesar de permanecer intactos y vividos, vívidos debo decir, en el escáner de mi memoria, hecha de misteriosos cajones en el infinito desván de mis recuerdos.
Palomina (Como te diría mi abuelita, jaja):
Las veo que están muy en sintonía chicaaas. Es extraño como encontramos a los espíritus afines.
Oigaaaa... ¿A poco canta?? ¿Se presentan de fijo en el orfeo catala?
¡Qué padre! A mí también me encanta echar el gorgorito. Pero como mis gustos musicales son un poco más naquillos, me restrinjo exclusivamente al karaoke.
Me encantaría ir a verte. ¿Cuánto dura el concierto? Sabrás que tengo una fiesticilla después...
Besitos cantadores
Palomina!!! ME ENCANTÓ!
Pienso en escribirte y mientras me ordeno un poco (como a fotos)se me descubre un abanico de texturas, de palabras, de colores.
Pienso en tu identidad, en la infancia, acaso única patria posible,en el conjunto de cosas que te han formado, en tu parte niña que como me pasa a mí es tan mía y le echo mano casi todo el tiempo, y es vida y es escritura y punto siempre de partida.
No sé si me quedó algo más que se me ocurrió cuando leí tu hermoso relato de tu presente, de ese instante de búsqueda y confirmación.
Pero por ahora te dejo un beso.
Ah, lo de los grises y la policromía, es tan así y uno va aprendiendo a cada paso. No se puede estar todo el tiempo a la luz, necesitamos en algún momento corrernos a la sombra. Del mismo modo hay un momento para la acción y otro momento para pensar lo que hemos hecho. Eso me quedaba. Y me voy porque estoy muy parlanchín, ja ja.
Hasta pronto.
Ivanius querido: ¡Qué alegría que hayas pensado en ese baúl de los recuerdos y en los descendientes de Daguerre! Te mando un fuerte abrazo.
Güigüis: Sip, estamos sintónicas en estos tiempos, qué maravilla. Claro que canto, es una de mis monerías (el resto de los detalles por correo). En breve va una recomendación para que cantes, muchos besines cantadores.
Mi Lily: Estoy en proceso de escribirte pero ahora, me siento como hada madrina contigo. Un beso bien grande hasta allá.
Máximo querido: En definitiva, estás parlanchín y se disfruta esa nueva faceta. Me encantó lo de la policromía y los momentos, ya sea para la acción y para pensar en lo que hicimos. Te debo una visita pero por el momento, tengo problemas de conexión; sin embargo, te mando muchos besos hasta allá y en cuanto sea posible, me lanzo para allá.
A TODO EL PERSONAL: mi máquina está desconfigurada y mi conexión no sirve, así que ¡¡paciencia!!
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