martes, 7 de octubre de 2008

La increíble historia del Circo Fabulópolis

Para Ana y Emilia, ellas saben por qué

Estaba muy triste aquel día. Recién sabía que teníamos que cambiarnos de ciudad y por lo tanto, dejaría de ver a todos mis amigos. Aunque respondí que no quería, mis padres me dijeron que ya todo estaba arreglado y que al acabar el curso, nos iríamos para que yo terminara la primaria lejos de allí. Desconsolada y enojada pero sin saber qué hacer, salí a dar un paseo por el bosque que rodeaba el pueblo.
Caminé distraída durante un buen rato, siguiendo el sendero verde y el vuelo de alguna mariposa. Después de un tiempo, me senté en una gran piedra que encontré y apreté un momento los ojos para contener las lágrimas. Cuando los abrí, lo vi ahí. Medía no más de cincuenta centímetros, aunque por su chistera, parecía más alto. Tenía la cara palidísima, sobre la cual afloraba una puntiaguda nariz y unos bigotes negros y largos que se parecían a los de aquel señor Gaudí, de la foto que mi madre tiene en la pared de su estudio. Con levita negra y camisa blanca almidonada, me hizo una reverencia de lo más ceremoniosa y habló:
— Muy buenas tardes, señorita. ¡Bienvenida al Circo Fabulópolis!
Yo miré hacia atrás pensando que le hablaba a alguien más, pero no había nadie. Tenía que ser a mí…
— El circo… ¿qué?
Fabulópolis… ¡Pase, pase! Venga por aquí… — dijo indicándome que lo siguiera.
No se por qué lo seguí, pero me llevó a un claro donde asomaba la carpa con los colores más vistosos que nunca había visto en mi vida y de la que salían un gran alboroto musical y de voces. La función había comenzado cuando por fin entré, pero no recuerdo nada más. Me queda la impresión de que aquel día me reí como nunca antes y de que una gran ola de felicidad me inundó el cuerpo. Volví a casa ebria de emociones y sabiendo que todo estaría bien en mi nuevo lugar de residencia, como efectivamente comprobé más tarde.
Nunca volví a aquel lugar y luego de muchos años, conseguí casi olvidar el incidente. Eso sí, desde hace algún tiempo a la fecha, cada vez que la vida parece atorarse, el Circo Fabulópolis emerge en mi corazón y de pronto, me siento mucho más tranquila.

Imagen que acompaña y que inspiró esta historia: Isabel (2008), El Circo Fabulópolis, detalle del mural colectivo La ciudad.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

me urge ver ese circo

Paloma Zubieta López dijo...

¡Qué no se ve, que se lleva dentro! O al menos, eso parece según cuenta la historia...

Anónimo dijo...

insisto: me urge ver ese circo!

Paloma Zubieta López dijo...

Quien quita y ante tanta insistencia, lo llevan hasta ashá...

Anónimo dijo...

=)

Paloma Zubieta López dijo...

Tx, mua!