
Hay una mano que se acerca, dos cuerpos que se abrazan y una boca que siente. Hay un par de ojos que arrojan un par de lágrimas. Hay un encuentro de besos, una primavera que se estrena y un sillón de los olvidos. Hay muchas almas que se agitan y un ruido en el refrigerador. El día tiembla.
Hay una bata colgada, una canción que suena y un recuerdo en el armario. Hay vecinos que suben y bajan las escaleras mientras los periódicos asoman bajo las puertas. Hay una vida que se escurre con la leche del desayuno cuando se abre un compás de espera...
Hay una tarjeta en el tintero y una sonrisa en aquella esquina. Hay deseos guardados en la cajuela del coche y sueños apilados bajo un cojín. Hay tráfico en las avenidas y un telón de fondo que cuenta historias que pasan y quedan. Hay una silla que espera y un café que suspira. Parece que la mañana transcurre.
Hay un plato vacío y un tenedor hambriento. Hay sonidos de trastes que se lavan, olores que se esparcen y voces que no cesan. Hay verde en los cielos y azul en las banquetas. Hay una pared con soles, un escritorio con lápices y alguien que llega. Hay gremlins que duermen en el cajón. Hay un tic-tac que no funciona y nubes en el horizonte; el aire languidece, la tarde se ha ido.
Hay un vaso que parlotea y un instante que enmudece de gravedad. Hay sombras que trepan por los rincones y memorias que se agitan bajo la piel. Hay un teléfono que suena, un corazón que vibra y un murmullo que no cesa. Hay muchos libros por leer, muchas horas para ser escritas, muchos días que esperan a ser contados. Hay una luna que se asoma y estrellas que se esconden. Hay ganas de ser y toda una vida por vivir.
Imagen que acompaña de Gustav Klimt (1909), El árbol de la vida.