lunes, 2 de febrero de 2009

Canon

A veces me recuesto sobre el horizonte y las horas se escapan. Me alargo y formo parte de lo que me rodea. Escurro por la baranda y desaparezco en el pasto, al humedecer la tierra. Al llover, me fundo con los charcos y el sol me eleva hasta ver todo desde arriba; si tengo suerte, estallo en forma de luz y sonido.
Otras veces me columpio sobre la luna. El viento se cuela a través de mis cabellos y me arropo con un manto estelar si tengo frío. Platico con Betelgeuse y con Tlahuzicalpantecuhtli y capturo estrellas fugaces con un atrapasueños. Luego, cual cometa, me adentro en la negrura del cielo hasta perderme.
Sin embargo, las más de las veces, me voy siguiendo a la música. Me adentro en mis profundidades tónicas y recovecos sinfónicos. Sobre el pentagrama, me acuno en los silencios y me envuelvo en melodías, me sumerjo en las armonías e incluso, desafino. Durante mi viaje, transito por contrapuntos y ritmos, y siempre vuelvo pianissimo en dos tiempos, como un andante cantabile en clave de sol. Será porque, cuando era pequeña, muchas veces conjuré el hechizo: "todo lo que no sea música, lo vamos a sacudir". Debe ser que, por esos días, me sacudí demasiado.

Imagen que acompaña de http://cgi.ebay.es/ws/eBayISAPI.dll?ViewItem&item=260217005502.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nada como descubrir que, aun cuando el papel está pautado, las notas siempre pueden salirse del pentagrama.

Paloma Zubieta López dijo...

Y lo mejor es que al salirse, Ivanius querido, se encuentran con otras notas y entre ellas hacen una nueva melodía. Muchos besos y de nuez, gracias.