lunes, 15 de septiembre de 2008

Volver a nacer

Y si pudiera volver a nacer, elegiría ser océano y mar, y tendría mil tonos de azules y verdes y brillaría a la luz del sol; llenaría el horizonte de destellos y de espumas frágiles que se evaporasen al llegar a la costa, y sabría a sal y a arena. Mi constante movimiento sería al capricho de la Luna para agradar a las estrellas, y engendraría tempestades y tendría abismos y volcanes, acogería islas y barcos, sirenas y calamares. Inspiraría poetas y pintores, enamorados y tristes, soñadores y viajeros. Tendría inmensidad y majestuosidad, generaría respeto y acaso, miedo, pero también alegrías sin fin. Conocería el secreto de la vida y la morada de los Titanes, guardaría recuerdos de tantas gestas y pasares, de canciones y también tragedias. Mis olas arrullarían a los que duermen cerca, y les hablarían de sueños que nadie nunca se atrevería a contar, ni siquiera a recordar, llenos de luces y de profundidades.

Pero también podría ser árbol, y llenarme de verde en primavera y sentir cómo el viento mueve mis hojas mientras me cuenta las novedades. Y contemplaría el paisaje que a mi alrededor se yergue, y daría cobijo a muchos seres y sombra a los caminantes. Mi corteza sería laberinto en el que la vida se perdiese y mis ramas sostén, con suerte, de algún columpio de niños para guardar en mi memoria sus gritos y carcajadas. Y despertaría al canto de los pájaros y dormiría con el sigilo de las hormigas. Florecería en marzo y daría mil colores al espacio, y en invierno reposaría como testigo casi inerte, al son de un cielo nublado y de los aires difíciles.
Quizá podría ser flor y desperezarme a los cálidos rayos del sol, y encantar a los insectos con mis colores, y contemplar las miradas de los hombres. Mi perfume evocaría recuerdos y cautivaría momentos, atraparía instantes de memoria para los que quedan. Atraería colibríes y mariposas, abejas y niños curiosos de atraparme y guardarme para siempre, en su mesita de noche.
Quisiera ser libro, y llenarme de palabras plenas y sonrisas frescas. Acompañar a los soñadores en sus viajes y a los niños en sus sueños, a los románticos en sus penas y a los agrios en sus condenas. Sería un amasijo de papel y tinta, que hiciera temblar las manos de quienes me lean, para atrapar sus horas de insomnio y quién sabe, hasta las de ocio. Guardaría los dones del lenguaje y el equipaje de los justos, el susurro de los mares y el amanecer más lindo que nadie nunca presenció. Contaría historias y verdades, recordaría instantes y otros mundos, de los que nadie tuvo conocimiento jamás. Sentiría el suave paso de las manos por mis hojas, y el apretón de otros pares al descansar en un librero o tal vez, en las profundidades de una mochila de escolar.
Y si fuera llave, abriría todas las puertas y ventanas y pondría fin a los secretos, daría paso a todo lo bueno y encerraría la maldad humana. Sería clave de la existencia de aquellos que atesoran riquezas y esconden miserias. Siempre llevada a cuestas, junto con otras llaves, o a veces sola, las manos jugarían conmigo y sentiría su tacto, su sudor, sus anhelos. Encajaría con una cerradura, o con varias, y al girar, generaría sorpresas y delicias, gritos y susurros, suspensos y tristezas.
Si fuera lluvia, otra cosa sería. Regaría campos y jardines, ciudades y despoblados, almas y tumbas. Me perdería en mi sonido, unas veces frenético, otras, suave, cuando golpea con el suelo, con las plantas, con las calles. Me gustaría contemplar, cuando cayera, la feria de paraguas de colores, las personas corriendo, los locos gritando felices y abriendo hacia el cielo los brazos. Mojar aquella banca en el parque me traería nostalgias y sobre las fuentes, desbordar las aguas me haría sentirme devastadora.
Más aún, podría ser papalote y volar al suspiro del viento e iluminar el cielo con colores. Traería sonrisas a los niños y a los más viejos, y vería el horizonte mucho más cercano. Tendría diversas formas y varios materiales, y siempre una cuerda que me recordaría de dónde vengo cuando más quisiera alejarme. Y jugaría con las nubes, ahí en lo alto, y mandaría mensajes de un lado a otro, y atraparía las miradas y los corazones.
Y luego querría ser vela para iluminar todos los rincones y llevar luz a todos los corazones. Los ojos me seguirían por donde fuese y las sombras, divertirían a los que a alrededor estuviesen. Daría pasión a los sentidos y emoción a las voces, misterio a los quebrantos y suspiro a los vencidos. Cambiaría las perspectivas y haría soñar a los cuerdos.

Pero, entre todas las cosas, si pudiera volver a nacer, elegiría ser, simplemente yo misma.

2 comentarios:

Mara Jiménez dijo...

Claro! Y por sobre todas las cosas, si no fueras tu, no serías capaz de plasmar la belleza de todo cuanto te rodea, por más trivial que sea. Gracias por tu espacio Paloma!
Suerte!

Paloma Zubieta López dijo...

No hay nada que agradecer sino todo lo contrario, soy yo quien agradezco el empujón. Confío lograr estar a la altura de las circunstancias, besos.