domingo, 21 de septiembre de 2008

La orilla del mar



En la playa sólo se veía la silueta de una mujer que caminaba. Era martes. El viento movía sus largos cabellos castaños al son de las rachas. Se balanceaba como un espectro al borde de las olas, sin rumbo ni propósito; parecía más bien, que el aire era quien conducía su andar. Yo la observaba desde mi ventana.
Sentía cómo los granos de arena jugaban con los dedos de mis pies; no tenía que verlo, lo adivinaba tan sólo pensarlo. Acompasando el lento movimiento, uno a uno, se escurrían y regresaban al suelo blanco e infinito. Mi mirada no estaba en ningún lugar: la luz llegaba a mis ojos más no transmitía imágenes, la cabeza estaba ocupada con otra cosa. Los recuerdos, como olas, se abalanzaban sobre mí.
La tarde era plomiza y fría, las nubes se agolpaban en el horizonte, el mar rugía con sus tonos de grises y espumas, y con el estruendo del aire, renacía un silencio nuevo, más pleno, anunciando acaso una tormenta. Pero ella seguía allí, incólume, recorriendo la costa, ajena a mi presencia.
El viento se colaba en mis ojos y los llenaba de agua, las nostalgias pasadas irrumpían dentro de mí como un canto purificador para transformarse en aire y escapar hacia ninguna parte. Mi caracol se estremecía con los ecos de cada imagen, y quizá como un reflejo, mi piel hacía lo propio al contacto de la brisa. —No fueron los aires difíciles, sino la ausencia de ti…— pensaba, mientras el tiempo me abrazaba con sus tenues sombras. Un grito desde lo más profundo no quiso salir por mi garganta y quedó arremolinado en alguna parte de la memoria...
La luz comenzó a escasear mientras las sombras crecían. Ella se detuvo y miró hacia el horizonte que comenzaba a desaparecer. Inmóvil, como si fuese un espectro, la fui perdiendo entre la negrura que acabó por tragarse todo. Nunca sabré si lo soñé pero el sabor amargo de la tristeza que me inundó aquel día, no acaba de irse.


Imagen que acompaña: Salvador Dalí (1925), Muchacha en la ventana.

4 comentarios:

Mara Jiménez dijo...

¡Que reconfortantes resultan a veces las imágenes de la nostalgia! Sobre todo cuando nos dan material para compartir imágenes sencillas y empapadas de atmosferas. Me dejo llavar de la mano de la mujer que camina en la playa.

Paloma Zubieta López dijo...

Mara querida, de pronto son estas imágenes las razones de ser... ¡Que te diviertas en tu paseo! Gracias mil por estar acá.

jhon dijo...

Tienes un blog. ta chido. yo tambien tengo uno pero no es nada serio. lei con gusto lo que escribiste y bueno, esta me gusto mucho, asi que te dejo algo que va de la mano. de este son lo mas hermoso es la musica. lo encuentras en you tube. es muy triste. en fin, abrazos. nos vemos pronto.

las olas del mar

Si la mar fuera de tinta, y las olas de papel,
Si los peces escribieran, cada uno con pincel,
En cien años no escribieran lo que te llego a querer.
Soy presa de este aposento,
Solo por quererte amar
Y oigo las olas del mar,
Que no cesan ni un momento.


Aunque tu en mi no te fijes, no me matara el coraje,
Tu olvido ya no me aflige, yo proseguiré mi viaje,
Y al igual que el arrecife, no me rendiré a tu oleaje.
Hoy queda solo humedad de aquel mar bravío que fuiste,
Tu orgullo y tu vanidad te han dejado sola y triste,
Y hoy mendigas caridad de un amor que nunca diste.

Y oigo las olas del mar, que no cesan ni un momento.
¿Que culpa tiene la flor de haber nacido en el campo?
La culpa la tengo yo por haberte amado tanto,
Pero las olas del mar, consolando están mi llanto,
Soy presa de este aposento solo por quererte amar,
Oigo las olas del mar que no cesan ni un momento.


De ti me voy a ausentar, por mi no vivas llorando,
Y si a otra(o) llegas a amar vive siempre recordando,
Que con las olas del mar mi amor te estará cantando.
Soy presa de este aposento solo por quererte amar,
Y oigo las olas del mar que no cesan ni un momento.

Paloma Zubieta López dijo...

Jhon, muchísimas gracias por el lindísimo regalo (no todos los días llega un son hermoso a mis manos). Ojalá y tengamos otros encuentros, un abrazo.