
Me miro en él como si fuera un espejo donde reconozco vicios y virtudes. Con la luz llegan fragmentos de lo que todavía somos, de lo que aún queda; las geometrías convierten al punto de origen en un haz ignoto. Pero en los reflejos también hay diferencias de fulgor y en cómo el rayo incide sobre los cuerpos según la sustancia que los forma, sea tristeza o alegría, fuego o agua...
La imagen es compartida; la fascinación se incrementa al seguir mirando y acompañar el rastro de tinta que escurre mientras hilvanamos los días. Caminamos sin rumbo fijo, no hay necesidad de brújula cuando se busca el extravío; tampoco es requisito calcular el tiempo, está hecho a la medida y se extiende conforme llegamos a cualquier lugar.
La mutua contemplación nos devuelve renovados. A pesar de las deformaciones cotidianas, somos felices jugando al derrelicto. Por ahora, este caleidoscopio es la única metáfora que encontramos para —acaso— sentirnos (más) vivos. Lo único que no debemos olvidar es que, cuando el espejo se rompa, nomás quedará la noche.
© niedersachsenfoto (2011), Aquarell, Oldenburgo, Niedersachsen, Alemania en:
http://www.flickr.com/photos/21975505@N05/5559676918/
7 comentarios:
que rico es mirarse.
Hermoso derrelicto
¡Hola, David! Y sip, es delicioso mirarse... un abrazo con antojo de ceviche.
¡Bienvenida, Chulis! Qué bien que te gusta el flotar a la deriva, como a mí, un beso grande.
Es la madurez tangible. Es encontrarse y detenerse en el interior.
Hermoso.
Así es, Clarice, los caleidoscopios son hermosos... besitos.
A veces no me miro. Sin presunir de sabio como Sócrates, ni huirle a la magia del retrato, como Dorian Grey, simplemente cierro los ojos.
Para los demás es sólo un parpadeo. Para mí es un suspenso que invoco cuando me da la gana, sin desaparecer como Houdini, pero conservando la magia de bolsillo que me permite seguir siendo yo por un nuevo instante.
¡Menudo juego de espejos, don Ivanius! Este personaje se ha salido de las líneas y tiene un ego enorme *carcajada* 2011, siempre.
Publicar un comentario