domingo, 19 de septiembre de 2010

A 25 años del terremoto en la Ciudad de México


7:19 jueves. La tierra ruge y ante nuestra mirada atónita, todo se resquebraja y sucumbe. Desconcierto, polvo, temor. Estamos solos.
Por varias semanas, sin electricidad, agua o gas.
Ventanas rotas y muros rajados son meras cicatrices. Regocijo: estamos vivos.
Plaza de la República como bombardeada. En la Juárez, edificios caídos en cada calle bloquean el paso. Fugas de gas, gritos, muerte.
Viernes 20 septiembre. Noche. Réplica de siete y pico. Pánico con los horrores del día instalados en la pupila. Estamos atrapados.
Sucesión de días, semanas, de cadáveres y escombros. De rabia y héroes desconocidos. La ciudad saca lo mejor de unos, lo peor de otros.
Hace 25 años, cual fénix, esta ciudad renació de los escombros. Que no se nos olvide nunca todo lo que perdimos, vivimos y aprendimos.


¿Te acuerdas? No quiero acordarme, respondo. Por eso destruí el rollo de fotografías del recorrido aquel viernes por la Plaza de la República y la colonia Juárez. Demasiado horror para tener impreso, fue suficiente con lo que quedó grabado en la memoria.

Nunca había tenido miedo a los temblores, acostumbrada a ellos desde siempre por vivir en la zona céntrica de la ciudad. Aquella vez no fue distinto, pero sí más impresionante cuando contemplé el estallido de ventanas y el rajado de los muros. Aún así, mi padre me llevó al colegio como cualquier mañana cuando todavía no éramos conscientes de la magnitud de la tragedia; pasarían horas antes de que lo supiéramos.

El tiempo ha borrado muchos recuerdos. Me quedan estampas que, cuando las pienso, me desmoronan por dentro. ¡Qué afortunada fui! Con los años, mudarme de allí se convirtió en una obsesión que me trajo al otro lado de la ciudad, donde la roca volcánica disminuye la intensidad de los movimientos telúricos, a los que les tengo pavor.

Considero que la memoria del ’85 es importante y que no debemos dejarla atrás por todo lo que nos enseñó. Sirvan estas líneas como un pequeño homenaje a quienes participaron en los rescates y den una luz, merecidísima, que apoye a todos los estados del país que hoy requieren de nuestra ayuda por las inundaciones. Descansen en paz nuestros muertos, hoy es tiempo de ocuparnos de los vivos.



Imagen que acompaña: Edificio colapsado del Conjunto habitacional Pino Suárez (1985), en
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/3/3b/1985_Mexico_Earthquake_-_Pina_Suarez_Apartment_Complex.jpg

2 comentarios:

LicCARPILAGO dijo...

estaba yo en la fila de castigados de 1o de secundaria por haber llegado tarde ese dia cuando inicio el temblor... habia charcos de agua cuya imagen similar al agua hirviendo se quedo grabada en mi mente mientras corri a abrazar un gigantesco arbol a unos metros del patio principal de mi escuela.

En la entrada hay 25 astas para banderas que cuando acabo el temblor continuaron contoneandose todas juntas en una especie de coreografia bien coordinada.

Cuando llegaron por mi a la escuela como a las 8.30 mi papa me dijo que si habia estado muy fuerte y fue hasta las 14.00 cuando vimos las primeras noticias con tomas desde helicoptero donde pudimos ver las verdaderas dimensiones de lo ocurrido.

Mi padre, medico, fue a ayudar a las carpas de emrgencias que se instalaron junto a los escombros del edificio Nuevo Leon, mi madre preparaba sandwiches y agua de jamaica y yo los repartia entre los voluntarios.



Me uno al homenaje.

Paloma Zubieta López dijo...

Mi Lic querido: disculpe usté el retraso en la respuesta, he andado aquí y allá y se me había ido la onda. Agradezco de corazón la suma al homenaje, creo que cada uno de los que lo vivimos llevamos dentro nuestras historias bien grabadas que guardan cosas gratas y horrores. Gracias por habernos compartido un pedacito de su historia. El punto sería la formación de una memoria colectiva, me pregunto si lo estamos logrando (creo que no) y eso me duele y preocupa. Ni pex. Le mando muchísimos besos de acá.