Abre los ojos: amanece. El mundo y sus formas se definen por un pestañeo, o varios. La luz de marzo se descuelga en la ventana, las aves conversan [quizá] sobre la inminente llegada de la primavera. Comienza la lucha contra la tiranía del reloj, cierra los ojos, quiere escapar, sentirse. La almohada susurra ecos desconocidos, la noche sabe de espejismos. Busca sin éxito al conejo blanco. Todo lo que conformaba su infancia ha quedado atrás; ahora dominan las imágenes fugaces, desconcertantes, impersonales. Una punzada surge bajo el ombligo cuando se percata de estar evocando a la vida y sus trajines. Pero no, no. Todavía es momento de reconocerse antes de iniciar... ¿iniciar qué? Imposible saberlo a estas alturas, los días tienen más preguntas que respuestas. La queja del intestino se pierde como un eco en sus entrañas. Los agobios pesan, agotan, envejecen. No olvides pagar la cuenta del teléfono. Suspira con languidez y pone atención a sus entresijos: el cuerpo se mece cuando el aire entra y se escapa, una y otra vez, sempiterno. Es como la caja de un acordeón que ya no suena, que está vacía. ¿Cuándo se fue la música? El futuro está escribiendo, se oye el golpeteo disperso de la Remington sobre el papel; más allá, vocifera un claxon histérico. A pesar de los afanes del reloj, no quiere volver, se resiste. ¿El tiempo premia o apremia? No hay respuesta posible, es una trampa. Se estira, lanza sus manos hacia el abismo que acota el techo, el desmayo invade su cuerpo. Resopla, gira el cuerpo inquieto; de nuevo, abre los ojos. Descubre la hora, pega un brinco y sale de la cama. Odia llegar tarde al trabajo; la culpa es de los devaneos mentales: son tan caprichosos como seductores.
© Carolina Vargas (2007), Ronco invierno en:
http://www.flickr.com/photos/sinsabor/2057789975/
8 comentarios:
Cuando la puerta cierra, las criaturas ocultas en la esfera del reloj, tras la plata del espejo y en el oscuro rincón bajo la cama se congregan. No son las tres de la mañana, ni es una canción de Cri-Cri, tampoco se trata de los duendes del zapatero remendón. Son los recuerdos, las nostalgias y los aprendizajes que maduran para rondarla sin cesar en busca de ese momento, chispa de electrón o tinta, que los transformará en historias.
Don Ivanius: *clap, clap, clap* Este epílogo me gustó muchísimo (resonancias aquí y allá)... 2011, como siempre, ya sabe.
Mirando tu imagen, he aprendido lo maravilloso que son esos devaneos mentales cuando tenemos frente a nuestros ojos cosas hermosas.
¡Fantástico, Drac! Sí, creo que lo bello debe ser parte de nuestros días, más cuando suceden tantas cosas terribles por ahí. Un abrazo desde acá.
Lo leí cuando lo publicaste y no supe que decir. Sentí un nudo en la garganta y me contuve.
Lo vuelvo a leer por segunda vez, en mi madrugada y me pasa lo mismo.
Es que es un texto en donde pareciera que soy yo. Se siente la entraña.
Intenso Paloma.
Abrazos.
G
Te digo, Clarice, que hay muchas cosas que nos unen. Un placer que sientas la entraña, de eso se trataba ;o) Beso.
A los brincos lo leí: qué ritmo. Maravilloso. Acá empezó el otoño en cambio.
Me encantó, Paloma.
Besos.
¡Bailemos, Máximo! ¿O debí decir brinquemos? Vayan los ecos dorados de hojas secas por allá mientras acá la temperatura sube. Siempre, un placer tenerte por aquí, beso multicolor hasta ti.
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